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sábado, 16 de abril de 2016

LA REFORMA ESTATUTARIA DE 2008


Por Jorge Zambrano González

   Ahora que estamos inmersos en un nuevo proceso para trasculcar los estatutos, no está de más recordar lo que pasó hace nueve años cuando nuestra dirigencia estimó conveniente adecuar nuestras reglas internas a su conveniencia.
   A diferencia de esta ocasión, en 2007 con una oposición más vigilante y una base menos golpeada con tanto castigo, se decidió cubrir las formas y lanzar una convocatoria para hacer propuestas de reformas por parte de quien quisiera hacerlas. En éste tenor varios grupos y compañeros en lo particular hicimos llegar múltiples opiniones al respecto.
  
De lo más notable que me logré enterar, estaban las propuestas para hacer más transparentes los castigos y el proceso de defensa de los acusados, con el objetivo de que no se volvieran una forma de alinearse a los dictados del CEN, tal como en los hechos se han convertido. También hubo pronunciamientos para normar y regular las dos grandes comisiones, Moder-nización y Obrero patronal, que no siguieran fungiendo como un órgano por encima de las secretarías del CEN (excepto el secretario general) y que fueran nombrados por la base. Algo parecido se propuso en torno a los coordinadores que el CEN envía a las secciones, o de plano desaparecerlos pues sólo servían (y aún es así hoy día) para estorbar la autonomía de cada sección e imponer las decisiones del centro. También se habló de candados para hacer efectivo el estatuto de no reelección tan frecuentemente burlado a todos niveles, muy señaladamente, al nivel de la secretaría general del sindicato. Hubo más aportaciones muy valiosas pero estas son las que llegan a mi memoria.
   Vino una primera convención que se supone conoció las propuestas, las resumió y votó para mandar el resultado a ratificarse en cada delegación y sección del sindicato. Por supuesto, todas las aportaciones que no emanaron del CEN fueron desechadas y sólo llegaron para su ratificación las propuestas del grupo que dirige al STRM, entre las que encontramos la permisividad de reelegirse hasta por una ocasión en los puestos ejecutivos, la extensión del periodo de ejercicio del poder, la creación de una cartera sindical, la de secretario general adjunto que a la postre resultó inútil, y el cobro de cuota sindical a los jubilados aún cuando sus derechos son limitados, entre otros de menor impacto.
   La mayoría de estos cambios atentan descaradamente contra la democracia porque restan poder a la base sindical añadiéndolo a los órganos de representación. Particularmente grave es el reconocimiento implícito de la falta de trabajo en el sindicato por resguardar la materia de trabajo, no digamos ampliarla, al cobrarle cuota a los jubilados; ello sólo demuestra que el sindicato pierde bases para obtener cuotas al frenarse las contrataciones y tiene que echar mano de sus miembros no activos para que no decaigan sus finanzas, en vez de procurar una base activa más amplia.
   Con todo, tras la deliberación de la convención se dio un proceso de dar a conocer y aprobar el resultado entre las secciones de forma muy acelerada y desaseada. Por ejemplo, se llevaban las boletas a los lugares de trabajo y no a asambleas, o bien se entregaban boletas a quien lo pidiera sin llevar un control. Con el resultado se dio fin a la convención con apenas un poco más del 66% de votos de aceptación necesario para hacer el cambio. Sin embargo, la redacción final no gustó a los jerarcas y convocaron a una nueva convención para hacer las rectificaciones que el Secretario General y sus asesores estimaron necesarias, esta vez sin consultar con la base.
   Todo este comportamiento anti democrático y contrario a los estatutos fue denunciado ante el Comité de Vigilancia por varios compañeros. Sin embargo, esta queja fue guardada de inmediato en el archivo muerto.
   Eran otros tiempos y esta afrenta movilizó a compañeros de varios departamentos de la sección metro quienes hicieron contacto con compañeros de varias secciones foráneas: Monterrey, Guadalajara, Puebla, Hermosillo, quienes a su vez fuero contactado a más compas de otras secciones: Coatzacoalcos, Mérida, Querétaro, Lagos de Moreno, Toluca, Celaya y algunas más. Con esta inconformidad logramos armar un formidable movimiento que bautizamos como la Red Nacional de Telefonistas, que haría frente al atropello que habíamos sufrido.
   Mas no hubo final feliz. En el transcurso del movimiento hubo divisiones y desviación de objetivos. Con el inicio de castigos por parte de la estructura sindical para quienes participamos en esta intentona, comenzaron las deserciones y la gran fuerza que se juntó se fue diluyendo hasta quedar en unos pocos reductos que hasta la fecha nos obstinamos en hacer prevalecer el espíritu de los estatutos.
   Hoy nuevamente estamos al borde de un nuevo maquillaje a nuestras normas, pero hoy no hay el teatro de preguntar qué cambios queremos que se hagan, sino que sólo habrá una convención de delegados bien portados que habrá de aprobar lo que la estructura les dicte.
No podemos esperar que un cambio a las normas estatutarias propuesto por el grupo político en el poder conduzca a reglas más transparentes y mejor vida sindical. Si esto es lo que deseamos, será necesario impulsarlo desde las especialidades. De otra forma, el CEN seguirá aprovechando la indiferencia como base de su control autoritario. '

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