Productividad
y trabajo
El caso de Teléfonos de México
Miguel Ángel Lara Sánchez
CENTRO
DE INVESTIGACIONES DEL TRABAJO Y ESTUDIOS ECONÓMICO-SOCIALES, A.C.
Julio de 1992
La aplicación en la empresa Teléfonos de México del modelo de productividad y calidad suscitó un fuerte debate al interior de las filas del sindicato de telefonistas, previo a su aprobación. Dicho modelo formaba parte de los cambios fundamentales que trajo la privatización del sector. Por ello a principios de los años noventa del siglo anterior se confrontaron dos concepciones sobre la productividad del trabajo: la neoliberal, seguida por la empresa y la cúpula del sindicato, y una concepción crítica, que trató de concebirla en términos integrales, incluyendo los elementos relacionados con el trabajador telefonista tales como su calificación, su retribución, las condiciones de trabajo y otros aspectos que tendrían que figurar en el cuerpo mismo del sistema de medición, como en las metas y en los indicadores de medición. Este material coadyuvó a dicho debate y de manera particular exhibió que la propuesta neoliberal lo que perseguía era en realidad la construcción de un sistema para la intensificación del trabajo disfrazado de modelo de productividad y calidad, entre otros argumentos.
marzo de 2013.
The application of the productivity and quality
model in Teléfonos de México company made a strong debate inside the ranks of
the telephone workers Union, prior to its approval. This model was part of the
fundamental changes which brought the branch privatization. That is why at the
beginning of the nineties previous century were confronted two conceptions on
the labor productivity: the neo-liberal, followed by the company and the
leadership of the Union, and a critical conception, who tried to conceive in
comprehensive terms, including items related to the telephone worker such as
his qualification, remuneration, working conditions and other aspects that
should be included in the body itself of the measuring system, as in goals and
measurement indicators. This material contributed to this debate and in
particular exhibited that the neo-liberal proposal that sought was really
building a system for the labor intensify disguised as a model of productivity and
quality, among other arguments.
march 2013
INTRODUCCIÓN
La problemática relativa a calidad y
productividad ha dejado de ser un asunto casi de competencia exclusiva del
capital y se ha convertido en uno de los ejes de resonancia de los grandes y
pequeños problemas económicos así como de los políticos y laborales. Las
presiones de las potencias imperialistas y de manera especial de las
estadounidenses sobre la economía mexicana para integrar un mercado común han
propiciado que tanto el gobierno en turno como los empresarios traten de
acortar el rezago mediante la obtención de niveles de productividad a través de
una de sus peores formas, haciéndola recaer sobre las espaldas de la clase
obrera.
Si
bien el Acuerdo Nacional de Productividad establece una de las formas más
completas y participativas de la productividad, creemos que esto se queda en el
mero discurso ideológico y las buenas intenciones, ya que ni se establecieron
mecanismos que obligan a los empresarios a respetar la incorporación de la
clase obrera en los términos ahí establecidos, ni se fijaron las herramientas
de uso general que llevaran al cumplimiento de lo dicho.
Lo
pactado en dicho Acuerdo General pone en manos de obreros y capitalistas la
regulación conjunta del proceso productivo y por tanto el manejo de los resortes
que motivan el aumento de la calidad y la productividad del trabajo. Pero la
vida diaria nos muestra a cada momento cómo los empresarios impiden el acceso
de los trabajadores a tales esferas de decisión, de la misma manera que cuando
logran llegar a ellas se exhibe y aplica la fuerza del Estado para aplastar las
legítimas aspiraciones de los sindicatos por intervenir en los aspectos clave
que aumentan la productividad y perfeccionan la calidad.
Ello
se debe a que existen, a fin de cuentas, dos enfoques de la productividad: el
primero, que la concibe como una de las armas más filosas contra la clase
obrera a fin de lograr el máximo de ganancia a costa de la explotación
intensiva del trabajador, despojándolo del conocimiento laboral acumulado tras
numerosos años de trabajo, propiciando la competencia entre ellos mismos,
minando los derechos laborales e incluso los límites establecidos de la
duración de la jornada de trabajo. El otro enfoque, el de los obreros, que
consiste esencialmente en su necesaria participación y determinación reales en
todos los aspectos que motivan las variaciones de la productividad y calidad:
desde los tecnológicos hasta los sociales, con miras al bienestar de la
población entera y no sólo de unos cuantos magnates del capital. En otras
palabras, en ser partícipes de la regulación del proceso productivo sin
menoscabo de sus derechos.
Lo
sucedido en Telmex es un ejemplo claro de cómo se enfrentan sin cesar estas dos
formas de concebir la productividad. El momento actual se caracteriza por la
resistencia de la administración a seguir lo establecido en el Acuerdo Nacional
sobre Productividad y su afán de hacer más triturante la opresión sobre los
telefonistas. De parte de estos últimos, el rechazo natural a estas intentonas
ya viejas de Telmex, maquilladas ahora con el discurso productivista, y en
algunos sectores la búsqueda de mecanismos y formas específicas que le permitan
arribar de manera consciente a la regulación del proceso productivo.
La fuerza y organización de la clase obrera
en general y de cada sector o rama es la que definirá los términos reales del
proyecto de calidad y productividad. Por lo pronto, esperamos que la
experiencia reciente de los telefonistas sobre el particular aquí resumida, así
como las propuestas que de ella se desprenden, contribuyan a la construcción de
una propuesta más específica que les permita asumir y hacer más efectivo el
papel protagónico que juegan en la productividad y el desarrollo económico en
su conjunto, no de palabra, sino en los hechos.
CAPÍTULO
I EVOLUCIÓN DE LA PRODUCTIVIDAD
EN TELMEX
Muchas veces se ha
dicho por Telmex que los descensos en la productividad son culpa de los
telefonistas, e incluso que no somos productivos. Que por tanto, habrá de ser
necesaria una nueva etapa en la empresa donde la eficiencia y la productividad
sean nuestra norma. De ahí que el tema se haya vuelto común a partir de 1988 y
que últimamente cobrara forma en el Programa Permanente de Productividad y
Calidad firmado por el secretario general y Telmex el 25 de marzo de 1992.
Por lo tanto, antes
de analizar lo que contiene dicho programa, de desglosar la forma como la
empresa entiende la productividad del trabajo, de estudiar el sistema de
medición y los parámetros, echemos un vistazo a las cifras de Telmex en los
últimos 20 años para ver de que forma se han presentado sus índices de
crecimiento y si es cierto que los telefonistas somos improductivos.
En este capítulo
analizaremos las cifras globales de la telefonía y nos limitaremos a los
indicadores que la propia empresa emite año con año en sus informes oficiales,
aunque, en rigor, esto no implica que estemos de acuerdo en que sean los más confiables
o reflejen fielmente el esfuerzo productivo de los telefonistas. A falta de
unos más exactos, tendremos, pues, que partir de ellos.
Lo primero a
considerar es la evolución del personal ocupado. De 1972 a 1991, el volumen del
personal total en Telmex ha crecido casi al doble (1.95 veces) según se observa
en la Fig. 1: de 16 804 pasó a 49 488 a
diciembre de 1991. Los índices más bajos de crecimiento los tenemos en:
a) 1975, con el
5.10%, casi al borde de una de las crisis cíclicas más fuertes que ha tenido la
economía mexicana (en 1976),
b) 1979, con apenas
el 4.57% de aumento en la ocupación y ahora en plena recuperación económica de
la actividad productiva del país,
c) En 1983, con el
3.58% de aumento en relación al año anterior, derivado de la nueva crisis de la
economía que se presentara en 1982, lo que reveló el fracaso de haber apostado
a la explotación petrolera como la actividad eje de la producción nacional.
d) Finalmente, nuevos
porcentajes ínfimos de contratación de brazos humanos los tenemos en 1987,
1989, 1990 y 1991, incluso con tasas negativas.
Salta a la vista que
en este último caso ya no se trata de la caída en el crecimiento del personal
ocupado en un año, sino que ahora se trata de un período de estancamiento e
incluso descenso en la plantilla de
telefonistas. Los primeros años se pueden explicar en parte por los efectos de
la tercera crisis de la economía en los 20 años considerados, pero además, lo
que explica la presencia de este período declinante en la ocupación es una
política claramente inducida por Telmex y el gobierno en turno de reducir la
plantilla de telefonistas en la industria.
Si en vez de tomar en
cuenta el personal total ocupado ahora fijamos nuestra atención en las
variaciones que presenta el personal sindicalizado y el de confianza (Fig. 2),
veremos que los ritmos menores de crecimiento de los primeros coinciden con los
tiempos de variación del personal total, aunque con una diferencia: son menores
aún que los de estos últimos.
Podemos afirmar que
toda disminución del personal total ocupado hasta entonces ha provocado una
caída aún mayor del personal sindicalizado contratado. Asimismo, notamos que en
aquellos períodos de descensos ya aludidos coinciden, en contraparte, aumentos
significativos del personal de confianza contratado. Cuando en 1975 cayó el
crecimiento del personal ocupado, principalmente sindicalizado, aumentó por el
contrario el del personal de confianza desde 1974 hasta 1976 en un promedio del
15%. Lo mismo sucedió poco después: en 1979 cayó el crecimiento del personal
sindicalizado y c cambio el de confianza aumentó los tres años siguientes poco
más del 13% promedio. Finalmente, aunque durante 1984-88 hay aumentos
constantes de telefonistas sindicalizados en un promedio del 7% anual, por el
contrario, el índice de crecimiento del personal de confianza fue mucho mayor:
aproximadamente el 13%.
Estas variaciones en
dirección contraria arrojaron un resultado sorprendente en la apropiación de
materia de trabajo del STRM por el personal de confianza, según se aprecia en
la Fig. 3. De constituir estos últimos el 8% en relación al total de
sindicalizados, para 1991 la cifra alcanzó el 17%. Incluso, los dos años
anteriores, justo a partir de la firma del convenio de
"concertación", llegó todavía más: 18.5%, lo que refleja el
crecimiento desmesurado del personal de confianza, que alcanza a duplicar la
proporción en los 20 años analizados. Esto se refleja, a su vez, en la Figura
4.
Si atendemos al
aumento por separado de los telefonistas sindicalizados y de los de confianza,
tenemos que, de 1972 a 1991, los primeros aumentaron de 15,548 a 42,296, es
decir, 1.7 veces, en tanto que los de confianza variaron de 1,256 a 7,192, lo
que revela que en el mismo tiempo crecieron 4.7 veces, índice muy por arriba
del que presentan los telefonistas sindicalizados.
Una vez expuestas las
variaciones más importantes en la plantilla de telefonistas, veamos ahora el
crecimiento de la telefonía. Comenzaremos por uno de los indicadores que
regularmente se citan: las líneas instaladas.
Antes de la crisis de
1976 la telefonía tuvo las mayores tasas de crecimiento durante el período
considerado. Todavía hasta 1978 se sostuvieron arriba del 10% de aumento, como
se puede ver en la Fig. 5; pero desde 1979 hasta 1987 disminuyeron las tasas.
Así pues, durante 9 años el crecimiento de Telmex se dio a bajos ritmos, lo que
se explicará más adelante.
Si ahora consideramos
las líneas por empleado, tendremos un índice que reflejará la productividad del
trabajo. De haber 63.7 líneas por empleado en 1972, esta magnitud va en ascenso
hasta 1981, para llegar a 97.1 líneas. De 1982 hasta 1988 disminuye hasta
llegar a 85.3, pero finalmente asciende hasta 118 líneas por empleado en 1991.
Este descenso en el
índice de productividad lo veremos en algunas otras relaciones, lo que
requerirá obviamente de una explicación; pero aún así, es de resaltar que si
antes habían 63.7 líneas por empleado, 20 años después casi se duplica esta
magnitud, es decir, casi se potencia al doble el esfuerzo productivo (Fig. 6).
Si ahora tomamos en
cuenta la cantidad de empleados que se requieren para la instalación de mil
líneas (Fig. 7) -lo que constituye un índice un poco más representativo de la
productividad- tendremos que casi siempre estará reflejando un mayor esfuerzo
productivo, a excepción, nuevamente, del período que va aproximadamente de 1984
a 1988, lo que coincide con la relación anterior. Si consideramos el
rendimiento global que refleja esta relación, veremos que si para 1972 se
requerían 15.7 telefonistas por cada mil líneas, para 1991 eran necesarios apenas
8.5. En consecuencia, a medida que progresa la telefonía se va requiriendo de
menos personal para su expansión, entre otras cosas, por los grados crecientes
de automatización, por el mayor esfuerzo productivo del telefonista y el uso de
materiales cada vez más fáciles de manipular. Nuevamente, pues, este indicador
nos reflejará un aumento de la productividad casi al doble en 20 años que,
dicho en otras palabras, significa que hoy se hace casi el doble de trabajo que
hace 20 años.
Consideremos ahora la
expansión de Telmex desde el punto de vista de los resultados obtenidos en las
llamadas de larga distancia, tanto nacionales como a nivel internacional. En el
primer caso, tenemos índices bajos de crecimiento en los años 1977, 1983 y 1988,
como se puede observar en la Fig. 7, los cuales coinciden por entero con los
períodos críticos de la economía mexicana. En el período descendente que se
viene perfilando al analizar los indicadores anteriores, también se manifiesta
un crecimiento menor, aunque no tan bajo como en los años referidos. De igual
forma, a partir de 1989 tenemos tasas de crecimiento arriba del 10%. Pero,
considerado de manera global en los 20 años, las llamadas cursadas de larga
distancia nacional han aumentado ¡más de 10 veces! en relación al total
obtenido en 1972: de 92.5 millones en ese año, pasaron a 1,067.8 millones para
1991.
Comparándolas en
relación al rendimiento de llamadas por trabajador (llamadas de LDN/empleados),
en esencia tenemos las mismas variaciones cíclicas, aunadas al fuerte impacto
negativo que tuvo el sismo de 1985. Como esta relación es un reflejo de la
productividad del trabajo, subrayamos el hecho de que en este caso el resultado
global supera la cuantificación que toma como referencia las líneas instaladas,
pues en este caso llega a ser casi del triple de aumento (12.9 veces más que en
1972).
En el caso de las
llamadas de larga distancia internacional, salta a la vista un hecho
importante: las caídas en el crecimiento sólo se dan en 1977 (4.2%) y en
1982-83. El período de declives que va de 1983 a 1987 presenta, por el
contrario, tasas sostenidas de crecimiento, lo que refleja que la inversión
durante este período se centró en el sistema de conmutación-transmisión de
larga distancia y que la sustitución de la tecnología analógica por la digital
privilegió este sector. Globalizado su aumento en los 20 años, presenta una
cifra récord, que en ningún otro índice de crecimiento observamos: 18.5 veces
mayor a las conferencias cursadas en 1972.
Fuente: Construido con datos de los
Informes Anuales de Telmex
|
Medida la
productividad en llamadas LDI/empleados, nos arroja el resultado más elevado:
si en 1972 por cada telefonista (confianza más sindicalizados) se cursaban
636,75 llamadas, ahora en 1991 esa cifra alcanza las 4,235.3 llamadas de larga
distancia internacional, lo que indica que el esfuerzo productivo casi se ha
sextuplicado en 20 años. Estos son, pues, los indicadores que se pueden analizar a partir de la información económico-financiera que reporta Telmex cada año. Un grupo de ellos nos brinda
los índices de crecimiento de la planta telefónica y las relaciones de éstos
con el personal ocupado nos da un acercamiento a los grados en que se ha
elevado la productividad del trabajo de los telefonistas.
En el primer caso, el
volumen de aparatos y líneas nos indica que la telefonía casi ha quintuplicado su
crecimiento en los últimos 20 años; en cambio, considerando los Km circuito de
larga distancia instalados y las conferencias cursadas tanto de larga distancia
nacional como de internacional, ha crecido entre 10 y 18 veces en relación al
tamaño que presentaba en 1972. Ambos enfoques son reales. Lo que uno refleja es
el crecimiento generalizado de la planta telefónica y lo que el segundo nos
indica es que la telefonía se está orientando en su desarrollo principalmente
hacia los grupos económicos y sociales que más llamadas de larga distancia
hacen y que tienen con qué pagarlas: los consorcios monopólicos y las familias
de altos y medianos recursos. A su vez, lo que el primero nos muestra es la
expansión de la infraestructura necesaria para la telefonía y los segundos
indican magnitudes globales de producción derivadas del concurso productivo de
los telefonistas.
Pero atendiendo a los
grados de productividad de los telefonistas, si tomamos la relación líneas/empleado,
veremos que casi se duplica; crece casi cuatro veces al enfocarla desde el lado
de los Km circuito de LD/empleado. Si la medimos en relación a las llamadas de
LD/empleado, casi se triplica, y si lo hacemos en referencia a las de LD
internacional/empleado encontramos el grado más elevado de productividad del
trabajo: casi seis veces más de lo realizado en 1972. Al igual que en la
consideración anterior, unos parámetros indicarán los grados de productividad
vistos en la construcción y ampliación propiamente dichas de la planta
telefónica, mientras que los referidos nos expresan la productividad de los
telefonistas en relación al producto, es decir, a su resultado final: la
llamada telefónica.
Fig. 8 Llamadas LD Nal. por empleado |
Desgraciadamente, Telmex no lleva el recuento total de las llamadas realizadas a nivel local, o al menos de realizarlo, jamás ha publicado tales cifras, lo que constituye un vacío muy importante de información que, de tenerse, nos brindaría uno de los parámetros generales de productividad que permitirían una mejor comprensión del esfuerzo productivo de los telefonistas.
De otro lado, los
indicadores de productividad aquí analizados nos permiten ubicar dentro de los
últimos 20 años cuatro períodos fundamentales. El primero, de una caída brusca
derivada de la crisis económica de 1976-77; el segundo, de una recuperación en
los años siguientes, pero de efímera duración ya que sólo se sostiene hasta
1981. Vendrán siete años casi consecutivos de disminución (1982-88) en los
índices de productividad que se explican por: las crisis económicas de 1982 y
1988, el sismo de 1985 y disminuciones en el ritmo de inversión derivadas del
incumplimiento por el Estado de invertir el 20% del total de impuestos
recabados por Telmex. Esto es tan significativo, que previo a la venta de
Telmex en los reportes oficiales sobre las causas de su poco crecimiento se
señalaba ésta como una de las principales. Y no es para menos, pues el monto
total de los impuestos por lo general es similar al de la inversión total de
Telmex (Fig. 10).
El incumplimiento por
el Estado del compromiso de invertir parte de lo recaudado por Telmex está
motivado por su orientación neoliberal y más en particular, por deshacerse de
la gran mayoría de las empresas a su cargo, sin importar el carácter
estratégico de las más importantes, como la telefonía. Este abandono coincide
con el momento de sustitución de la tecnología analógica por la digital, lo que
puso en severos aprietos el desarrollo de la industria telefónica y la sitúa
cada vez más en desventaja frente a la rama a nivel mundial.
Fuente: Teléfonos de México. Informes anuales, varios años
|
Sin embargo, el
descenso de la productividad no implicó una caída general de la empresa, pues
se registraron incrementos notables en la utilidad neta (hasta de más del 300%
de aumento en 1987 y 1988, por ejemplo) motivados principalmente por aumentos
significativos en las llamadas de larga distancia internacional cursadas (Véase
Cuadro 1).
El último período
(1989-1991) se caracteriza por una disminución de capital dedicado a la
inversión, pero de incrementos sustanciales en la expansión de la planta telefónica
y en todos los rubros que expresan la productividad, lo que indica un
aprovechamiento mayor de la capacidad instalada a costa de la intensificación
creciente del trabajo. Aumenta la cantidad de líneas y aparatos, los Km
circuito de LD y las llamadas de larga distancia cursadas, pero disminuye en
términos absolutos la cantidad de telefonistas, no sin haberse presentado desde
5 años atrás aumentos significativos de personal de confianza, lo que acentúa
la supervisión y la sustracción de la materia de trabajo del STRM.
Este período también
se distingue por acentuar la diferencia entre lo percibido económicamente por
el personal sindicalizado y lo ganado por Telmex, siendo el balance a favor de
esta última. La privatización, por consiguiente, está conduciendo asimismo a la
privatización mayor aún de la riqueza generada por los telefonistas, a una
concentración de la misma como no se había presentado antes, a pesar de los
paliativos como el reparto de un porcentaje ínfimo de acciones a los
trabajadores.
Este es, pues, el
panorama económico-laboral que presentan las cifras oficiales de Telmex. Con
todo y que no siempre son los mejores indicadores y que por su carácter oficial
están maquilladas las cifras[1], aún
así prueban:
1.- Que los
telefonistas laboramos con buenos niveles de productividad.
2.- Que las caídas de
la misma no son responsabilidad nuestra, sino básicamente de Telmex y de los
desatinos de la política estatal y
3.- Que en su
desarrollo repercuten de forma importante fenómenos tales como los sismos, la
decisión de privatizarla, así como las crisis recurrentes de la economía
mexicana.
Hoy que estamos casi
en vísperas de la apertura a una competencia internacional encarnizada, las
telecomunicaciones tendrán un factor mayor de vulnerabilidad: las repercusiones
de los fenómenos negativos de la economía mundial y nuestra mayor dependencia
con el exterior, lo que habrá de valorarse de manera constante para calibrar
sus efectos y evitar así la pretensión de atribuirlos a los telefonistas.
CUADRO 1. TELÉFONOS DE MÉXICO. CIFRAS,
1972-1991
|
|||||||||
AÑO
|
No.APTOS.
|
LINEAS
|
LINEAS por
EMPL
|
EMPL.
Por MILES DE LINEAS
|
POBLA-CIONES
|
KM
CTO.LD
|
KM
CTO/PER-SONAL
|
PERSONAL
TOTAL
|
SINDICALIZADO
|
1972
|
1,900,080
|
1,070,190
|
63.69
|
15.70
|
2,651
|
5,121,197
|
304.76
|
16,804
|
15,548
|
1973
|
2,163,431
|
1,214,255
|
67.10
|
14.90
|
2,770
|
5,886,657
|
325.28
|
18,097
|
16,786
|
1974
|
2,481,455
|
1,391,458
|
70.78
|
14.10
|
2,875
|
7,067,543
|
359.53
|
19,658
|
18,165
|
1975
|
2,844,871
|
1,596,658
|
77.28
|
12.90
|
3,018
|
8,118,955
|
392.98
|
20,660
|
19,003
|
1976
|
3,233,374
|
1,796,797
|
81.38
|
13.40
|
3,419
|
10,323,587
|
467.60
|
22,078
|
22,078
|
1977
|
3,638,726
|
2,022,533
|
86.41
|
11.60
|
3,744
|
12,591,700
|
537.99
|
23,405
|
21,189
|
1978
|
4,064,099
|
2,249,399
|
90.45
|
11.06
|
3,967
|
13,398,202
|
538.73
|
24,870
|
22,493
|
1979
|
4,450,221
|
2,431,931
|
93.51
|
10.70
|
4,224
|
14,777,231
|
568.22
|
26,006
|
23,439
|
1980
|
4,903,073
|
2,665,080
|
96.67
|
10.30
|
4,395
|
16,718,101
|
606.43
|
27,568
|
24,635
|
1981
|
5,411,108
|
2,870,644
|
97.09
|
10.30
|
4,572
|
20,849,585
|
705.19
|
29,566
|
26,188
|
1982
|
5,845,400
|
3,034,094
|
96.67
|
10.30
|
4,792
|
24,274,235
|
773.43
|
31,385
|
27,624
|
1983
|
6,248,297
|
3,221,310
|
99.09
|
10.00
|
5,052
|
27,478,393
|
845.25
|
32,509
|
28,415
|
1984
|
6,650,871
|
3,383,229
|
97.53
|
10.25
|
5,286
|
28,411,811
|
819.04
|
34,689
|
30,364
|
1985
|
7,166,471
|
3,574,690
|
95.36
|
10.50
|
5,476
|
30,129,746
|
803.74
|
37,487
|
32,452
|
1986
|
7,557,987
|
3,776,193
|
92.87
|
10.80
|
5,693
|
31,532,042
|
775.47
|
40,662
|
35,045
|
1987
|
8,015,640
|
3,984,938
|
92.67
|
11.20
|
6,069
|
37,434,035
|
870.56
|
43,000
|
38,086
|
1988
|
8,476,667
|
4,261,673
|
85.24
|
11.70
|
6,172
|
42,115,445
|
842.39
|
49,995
|
42,663
|
1989
|
9,358,650
|
4,721,000
|
95.95
|
10.40
|
7,320
|
50,567,269
|
1027.73
|
49,203
|
41,521
|
1990
|
10,103,352
|
5,189,802
|
103.98
|
9.62
|
10,221
|
58,810,014
|
1178.27
|
49,912
|
42,100
|
1991
|
11,500,000
|
5,841,702
|
118.04
|
8.47
|
12,869
|
68,485,140
|
1383.87
|
49,488
|
42,296
|
AÑO
|
CONFIANZA
|
CFZA/SIND
|
LLAM.LDN
(Miles)
|
LLAM.
LD NAL/EM-PLEADO
|
LLAM.LDI
(Miles)
|
LLAM
LDI/EMPLEADO
|
INVERSION
(Miles)
|
IMPUESTOS
(Miles)
|
UTILIDAD
NETA (Miles)
|
1972
|
1,256
|
8.08
|
92,500
|
5,504.64
|
10700
|
636.75
|
2273661
|
1,005,686
|
384,602
|
1973
|
1,311
|
7.81
|
119,600
|
6,608.83
|
14000
|
773.61
|
2323253
|
1,175,244
|
541,915
|
1974
|
1,493
|
8.22
|
140,800
|
7,162.48
|
17400
|
885.14
|
3109720
|
1,871,089
|
657,859
|
1975
|
1,657
|
8.72
|
168,500
|
8,155.86
|
19700
|
953.53
|
3878056
|
2,550,548
|
853,571
|
1976
|
2,018
|
9.14
|
197,300
|
8,936.50
|
23300
|
1055.35
|
4817547
|
4,097,170
|
1,076,759
|
1977
|
2,216
|
10.46
|
222,000
|
9,485.15
|
24300
|
1038.24
|
6324889
|
5,106,656
|
1,404,011
|
1978
|
2,377
|
10.57
|
268,454
|
10,794.29
|
29602
|
1190.27
|
7457522
|
6,791,706
|
1,846,764
|
1979
|
2,567
|
10.95
|
332,092
|
12,769.82
|
38113
|
1465.55
|
8126941
|
8,857,188
|
2,569,393
|
1980
|
2,933
|
11.91
|
402,393
|
14,596.38
|
47265
|
1714.49
|
10458796
|
10,296,177
|
3,467,752
|
1981
|
3,378
|
12.90
|
461,237
|
15,600.25
|
56742
|
1919.16
|
14302549
|
14,319,944
|
5,179,309
|
1982
|
3,761
|
510,284
|
16,258.85
|
55358
|
1763.84
|
24792577
|
25,483,459
|
9,827,000
|
|
1983
|
4,094
|
14.41
|
520,455
|
16,009.57
|
52003
|
1599.65
|
40617942
|
45,155,802
|
|
1984
|
4,325
|
14.24
|
563,778
|
16,252.36
|
55639
|
1603.94
|
80326968
|
67,155,709
|
30,483,000
|
1985
|
5,035
|
15.52
|
608,391
|
16,229.39
|
60623
|
1617.17
|
134406177
|
88,563,600
|
31,611,000
|
1986
|
5,617
|
16.03
|
665,225
|
16,359.87
|
69600
|
1711.67
|
171248600
|
171,248,600
|
71,798,000
|
1987
|
6,614
|
17.37
|
724,668
|
16,852.74
|
78910
|
1835.12
|
621237000
|
500,000,000
|
293,938,000
|
1988
|
7,332
|
17.19
|
768,566
|
15,372.86
|
103557
|
2071.35
|
1,496,905,000
|
1,349,907,000
|
1,428,048,000
|
1989
|
7,682
|
18.50
|
860,647
|
17,491.76
|
141500
|
2,331,620,000
|
2,879,993,000
|
1,558,495,000
|
|
1990
|
7,812
|
18.56
|
951,048
|
19,054.50
|
168982
|
3385.60
|
4,016,303,000
|
3,402,401,000
|
3,204,508,000
|
1991
|
7,192
|
17.00
|
1,067,840
|
21,577.76
|
209596
|
4235.29
|
5,653,337,000
|
4,028,059,000
|
5,799,019,000
|
CAPÍTULO II EXTENSION, INTENSIDAD Y PRODUCTIVIDAD
DEL TRABAJO
1.- El trabajo extensivo
La tendencia a la
eliminación o en su defecto a la reducción sustancial del tiempo extra para
acentuar el rendimiento productivo del trabajador telefonista dentro de la
jornada misma valiéndose para ello de sistemas de medición, constituye un
cambio relevante que conviene analizar en detalle a fin de calibrar
adecuadamente el impacto que dicho cambio provoca en el trabajador y su
actividad, así como en el conjunto de condiciones que intervienen en el
trabajo. Mas para comprender dichos
cambios primero es necesario ver lo que sucede al laborar tiempo
extraordinario.
¿Qué es el tiempo
extra? La prolongación de la jornada de trabajo; es una extensión de tiempo
donde el telefonista prosigue realizando sus labores más allá del límite
convencional de las 8 horas reglamentarias. Al ocurrir esto, el trabajador
sacrifica parte de su tiempo libre para convertirlo en tiempo de provecho para
la empresa. Esta se apropia, por tanto, de una fracción adicional de tiempo que
le pertenece al telefonista y a su familia. De ser tiempo de descanso,
recreación, convivencia social y/o familiar, tiempo de reposo y de recuperación
de energías, toda fracción de tiempo extra que se labore es precisamente lo
contrario: tiempo de desgaste adicional del trabajador, de consumo de energía
física y mental entregada para beneficio primordialmente de Telmex, tiempo de
agotamiento.
De manera regular,
cuando el trabajador se predispone a concluir su jornada de trabajo, esto es,
cuando están por cumplirse las ocho horas normales de trabajo, aquel tiene que interrumpir
la ejecución de sus labores minutos antes, y con esto deja de operar el
conjunto de instrumentos de trabajo y materiales con los que realiza su
actividad. De igual forma, se interrumpe el uso y con ello la operación de
numerosas máquinas o equipo para el trabajo, tales como las camionetas, las
máquinas de escribir, las posiciones de operadora, las computadoras, etc.
En este caso conviene
diferenciar esta maquinaria de aquella que por el carácter automático de su
funcionamiento opera de manera continua: es el caso de todo el sistema de
conmutación, transmisión y plantas de fuerza.
Pero al prolongarse
la jornada de trabajo, en vez de interrumpirse las labores y el uso de medios e
instrumentos de trabajo, lo que tenemos es la continuidad tanto de la
acción productiva del telefonista, de su desgaste, como del uso de la
maquinaria, equipo, herramientas y materiales.
De esta forma dicha
continuidad va acompañada de una marcha regular más prolongada de la
actividad del trabajador, de mayor uniformidad y cadencia en el trabajo en
virtud de que no se interrumpe la acción del telefonista. Lo que esto deja como
resultado es un mayor volumen de trabajo desplegado por el telefonista que se
traduce en una cantidad mayor de actividades terminadas: más instalaciones de
aparatos o de líneas, más conferencias cursadas, más desperfectos arreglados,
formatos realizados o información procesada en las computadoras, etc.
La base de este
incremento en el volumen de la producción la tenemos, pues, en el aumento
extensivo del trabajo más allá del límite actual de la jornada. Tal es la
esencia del tiempo extraordinario.
Pero si al amparo del
acuerdo sobre productividad suscrito el pasado 25 de marzo entre el director de
Telmex y el secretario general del STRM lo que se pretende es suprimir de
manera sustancial el tiempo extraordinario pero sin dejar de producir más (y
mejor, según dicen) para cumplir las metas de crecimiento y calidad, eso se
puede lograr a través de dos formas principales: elevando la productividad
del trabajo o bien, aumentando su intensidad.
Estos dos métodos son
comprendidos a detalle por los empresarios y directivos; son formas
conscientemente aplicadas y que mutuamente se complementan, pero que en su
manejo usual, sobre todo ante los trabajadores, las hacen pasar por lo mismo.
¿Por qué las empresas
e incluso los funcionarios de Estado conscientemente inducen esta confusión a
los trabajadores? Porque los mecanismos de cada una de ellas tienen
repercusiones de diverso orden sobre el trabajador, unas más graves que otras.
Ocultar dicha gravedad es su objetivo.
Pero veamos a detalle
lo que es la intensidad y la productividad del trabajo, cuestiones que no
quedan claras, o bien que se ocultan, en la información económica que emite la
empresa, ya analizada en el capítulo anterior.
2.- El trabajo intensivo
Ya vimos que la
característica principal cuando se labora tiempo extra consiste en un aumento
extensivo del trabajo. Puede suceder que el patrón ya no autorice el tiempo
extra o lo disminuya al máximo, pero que continúe con la pretensión de que el
esfuerzo productivo que el trabajador desempeñaba en las horas extras lo siga
desarrollando, pero ahora dentro de las mismas 8 horas de la jornada.
¿Cómo logra esto? En vez de un incremento en extensión del trabajo, opta por un
aumento en la intensidad del mismo, esto es, hace que el trabajador
rinda más en el mismo tiempo o incluso en tiempos menores; propicia una mayor tensión
y esfuerzo del telefonista, lo que a su vez implica un desgaste acrecentado de
su persona; descarga en el trabajo mayor energía física y mental. Por lo tanto,
se trabaja de una forma más intensiva a la promedio durante la jornada
de trabajo. En el lenguaje habitual: aumentan las cargas de trabajo. Esto se
logra de varias maneras, de las cuales las más importantes son:
a) Aumentando la
velocidad de ejecución del trabajo. Esto se consigue, por ejemplo,
aumentando la supervisión del personal de confianza sobre el trabajador, ya sea
porque se haga más estricta y regular o bien, porque aumente el número de
empleados de confianza. Otra forma de aumentar la velocidad del trabajo la
tenemos en la introducción de máquinas más veloces que hacen que los movimientos
corporales del telefonista sean más rápidos y la atención más concentrada:
camionetas con motores más revolucionados, posiciones digitales en vez de
conmutadores a base de cordones, computadores en vez de máquinas de escribir,
etc.
b) Incrementando el campo o radio de acción del trabajador. En
nuestro caso, se manifiesta en un aumento de la materia de trabajo por
desarrollar: más series telefónicas atendidas, más quejas recibidas por zona
geográfica a medida que se deteriora la red pública, más poblaciones atendidas,
una red telefónica más amplia, la atención ahora de zonas conurbadas, la
realización de las labores de varios puestos no cubiertos porque no se contrata
personal de nuevo ingreso, etc.
Ya sea haciendo el
trabajo más extensivo (asignando tiempo extraordinario) o intensificándolo
(manteniendo la jornada habitual de 8 horas con un mayor desgaste del
trabajador), el resultado general es el mismo: el aumento de la producción. De
manera más precisa: el incremento del producto del trabajo. Dependiendo del
área en que nos encontremos, se reflejará en más llamadas, más líneas
instaladas, más reparaciones en los selectores, etc. En este caso, aumenta la
producción porque el telefonista agrega una cantidad mayor de trabajo.
3.- La productividad del trabajo
Pero, ¿es posible
aumentar la producción sin que el trabajador agregue una cantidad mayor de
trabajo durante las 8 horas de la jornada? Así es. Se puede producir más
con el mismo gasto de trabajo e incluso, hasta con un gasto menor.
Esta es la vía preferida por los empresarios, porque, comparada con la
anterior, presenta rendimientos mayores. Esto es precisamente la
productividad del trabajo. Si la intensidad del trabajo aumenta la
producción gracias al incremento de la cantidad de trabajo dejada por el
obrero, por el contrario, con la productividad aumenta la producción
manteniendo la misma cantidad de trabajo o incluso reduciéndola.
Aquí conviene hacer
una aclaración. Generalmente se concibe que la cantidad del trabajo es igual al
tiempo de trabajo del obrero. Si esto fuera cierto, bastaría con acumular
tiempo durante la jornada para cumplir con el aumento a la producción. Pero
todo telefonista está perfectamente consciente de que hay una diferencia muy
marcada entre el trabajar y entre simplemente esperar a que den las 4:00 p.m.
En otras palabras, que no es lo mismo hacer tiempo a que realmente se le ponga
fibra, músculo, nervios y cerebro para sacar el trabajo que a cada uno le
corresponde. No es lo mismo el gasto de trabajo en las horas pico que en las
menos pesadas. Pero, ¿entonces de donde brota la confusión entre cantidad y
tiempo de trabajo? A la hora de medir el esfuerzo productivo.
Generalmente la
producción se cuantifica en horas (usualmente llamadas horas-hombre)[2]. Los
empresarios suelen medir la cantidad de productos realizados de acuerdo al
tiempo de trabajo, lo que oculta si dicho tiempo de trabajo fue más o menos
intensivo, más o menos desgastante o más o menos enajenante. Luego entonces, si
se borra el aspecto de la cantidad de trabajo dejada por el telefonista y sólo
se toma en cuenta el tiempo, estaremos borrando de un plumazo la vía de la
intensificación del trabajo como medio para aumentar la producción y por si
fuera poco, confundiéndola con la productividad.
Sin embargo, esta
confusión no es casual, como decíamos antes. Hay dos razones principales por
las cuales se induce a ella. La primera, porque el hablar de cantidades de
trabajo en escala creciente dejadas en una jornada más intensiva lleva al
reconocimiento de un mayor desgaste del trabajador, y con ello, al deterioro de
su salud, tarde que temprano. Implica que sin mayores tapujos, al llamarle a
las cosas como son, se desnudan las verdaderas intenciones: una mayor
explotación del trabajador a través de una de sus peores y más descaradas
formas. Segunda. Si nos
diferenciaran cabalmente la intensidad de la productividad, entonces tendrían
que explicarnos cómo es que bajo la productividad aumenta la producción sin que
a su vez se incremente el gasto o la cantidad de trabajo. La respuesta a esto,
a su vez explica la segunda razón por la cual se motiva la confusión, y nos
regresa al orden lógico del análisis
4.- Aspectos que motivan el incremento de la
productividad
Cuando hablamos de
productividad, si no es en el trabajador en quien recae su aumento, será por
tanto en aquellos otros aspectos presentes durante el proceso de trabajo. Estos
son: a) los aspectos o condiciones técnicas y b) las condiciones sociales que
prevalecen en el trabajo.
Entre los primeros
tenemos el tipo de tecnología utilizado, la calidad de los instrumentos de
trabajo así como de las materias primas empleadas. Las segundas se refieren al
modo y los procedimientos con que el trabajador despliega su actividad, las
condiciones de trabajo en que labora, el grado y calidad de su capacitación, el
tipo de las relaciones obrero-patronales, así como los fines para los que se
trabaja (planes y proyectos de la telefonía). En suma, es todo aquello que
tiene que ver con las relaciones que se establecen entre el trabajador y los
medios materiales de la producción, entre los trabajadores mismos, entre éstos
y el personal de confianza (desde los jefes de sección hasta el consejo de
administración) y entre los telefonistas y la población en general.
Es frecuente
encontrar que ocurren aumentos significativos en la producción cuando se
introducen nuevas tecnologías en el proceso de conmutación y de transmisión,
cuando se sustituyen las máquinas de escribir por las computadoras, cuando se
cambia la red convencional por las fibras ópticas, lo que ocasiona velocidades
de transmisión y cantidades de información mucho mayores, generando todo esto
la disminución de personal ocupado, con lo que se reduce la participación del
trabajador en la actividad productiva.
Un cambio en la
organización del trabajo o en sus procedimientos de operación también conlleva
a un aumento cuantitativo y cualitativo de la producción sin que aumente la
cantidad de trabajo desplegada por el telefonista. El antecedente más
inmediato de esto lo tenemos en la conversión de los 57 convenios
departamentales por tan sólo 29 especialidades, que flexibilizaron la
realización de las labores, que compactaron las mismas y el agrupamiento de
determinados grupos de telefonistas.
La nueva
administración de Telmex a base de direcciones operativas y corporativas motivó
una nueva distribución y división del personal, que aceleró los flujos de
información, incrementó su volumen y perfeccionó la calidad de la misma, sin un
aumento de personal sindicalizado y sí por el contrario, con una disminución
del mismo.
Cuando se
descentralizó el tráfico de larga distancia a las centrales Vallejo, Morales,
Estrella y el propio San Juan, hubo un cambio técnico-operativo aprovechando
las ventajas de la conmutación digital que a su vez generó una relocalización
de las operadoras a los centros Lindavista, Rojo Gómez y San Juan. Esto
propició mejores condiciones para el incremento de las llamadas cursadas sin un
aumento en el volumen del personal ocupado.
Por tanto, a raíz de
un cambio técnico se modificaron las condiciones de trabajo de las operadoras y
estimularon el aumento de su productividad.
Poner al descubierto
los verdaderos resortes que animan la productividad del trabajo es un riesgo
para las empresas. Hoy que tan insistentemente patrones y funcionarios de todo
tipo -bueno, ¡hasta el Presidente!- urgieron al involucramiento de los obreros
y de sus sindicatos, de las centrales oficiales y no oficiales en la firma del
acuerdo nacional sobre productividad, cabe preguntarse: ¿Están todos ellos
dispuestos a que el trabajador se involucre realmente en la determinación de
los aspectos que motivan el aumento de la productividad del trabajo? O lo que
es lo mismo:
¿Están de acuerdo en
que no sólo los patrones sino además los trabajadores definan conjuntamente las
mejores tecnologías y materiales para aumentar la productividad? ¿Aceptan que
el trabajador tenga voz y voto en la definición de los procedimientos y métodos
del trabajo y en la gestión administrativa? ¿Dan entrada a que el telefonista
sindicalizado conjuntamente con la empresa definan el rumbo y la orientación de
las telecomunicaciones?
Este es, obviamente,
el meollo del asunto. Las empresas -y Telmex no es la excepción- saben
perfectamente que estos son los fundamentos esenciales que elevan la
productividad del trabajo, los que han practicado una y otra vez. Involucrar a
los trabajadores en esto significa que tengan acceso a la fijación de tales
resortes.
La fijación del
concepto de productividad en el contrato colectivo de 1988 es un reconocimiento
a esta necesidad. Incluso, después de haber sido mutilada por la concertación
en 1989, al incluir en su definición el mejoramiento de las condiciones de
trabajo, de vida y la capacitación del telefonista, todavía no puede eludir
dicho margen de participación de los telefonistas, aunque ya bastante mutilado,
pues quedan descartados los restantes aspectos medulares relativos a la
productividad. Para Telmex, entre más se oculten éstos a los ojos del
trabajador, mejor para ella, pues suprime toda forma de incidencia real de los
telefonistas.
Y qué mejor forma de
esconder lo anterior, que confundiendo la productividad con la intensidad del
trabajo. Esta es la segunda razón por la cual conscientemente se confunden los
términos: hacerlo que acentúe su desgaste en el trabajo y que con ello aumente
la producción pero sin darle acceso a los resortes principales que animan la
productividad, o sea, al conjunto de condiciones técnicas y sociales que
prevalecen durante la jornada.
CAPÍTULO III COMBINACIÓN DE LA PRODUCTIVIDAD E
INTENSIDAD DEL TRABAJO
La suma del esfuerzo,
ritmo y velocidad a la que cada quien labora en una determinada empresa (por
ejemplo Telmex) nos da la intensidad promedio del trabajo' Pretender que
en la empresa se eleve la intensidad equivale a rebasar dicha media a base de
un desgaste más acentuado, más intensivo de los telefonistas para que a su vez
proporcione una suma mayor de productos terminados o actividades realizadas.
Si partimos del
supuesto de que en las demás empresas de la rama productiva de que se trate, el
grado medio de intensidad del trabajo permanezca constante (en este caso de las
telecomunicaciones en el país), en Telmex se mantendrá sostenido ese aumento de
la intensidad, con lo que mantendrá ventaja mientras las otras empresas
mantengan inalterada la media de la intensidad del trabajo a su interior.
Pero si ahora
consideramos que en todas las empresas que forman la rama de las
telecomunicaciones en México aumentan sus grados de intensidad del trabajo, a
la larga se rebasará esa intensidad media inicial y se tendrá de nuevo una
intensidad promedio más arriba de la anterior. Llegado a ese punto, aumenta el
desgaste promedio de los trabajadores en el conjunto de la rama y con ello, la
masa de productos acrecentada se convertirá ahora en el rendimiento promedio.
Intensidad del trabajo y producción acrecentadas, convertidas ahora en un
promedio superior al original, son el nuevo punto de partida para que cada una
de las empresas que forman la rama de telecomunicaciones acentúe de nueva
cuenta la intensidad del trabajo.
Por lo tanto, la
generalización de un mayor esfuerzo y desgaste del obrero hasta convertirse en
una intensidad media acrecentada lleva, pues, a un aumento de la productividad.
Lo mismo sucederá al interior de la empresa, en cada uno de los departamentos
y/o especialidades. ¿Por qué si hay un grado mayor del esfuerzo laboral? Precisamente porque esta nueva magnitud
del desgaste y rendimiento del trabajador convertida ahora en una media social
de intensidad del trabajo es la nueva unidad de medida a considerarse en la
producción; es el nuevo límite mínimo de cada una de las empresas (o
departamentos) que hay que rebasar para que unos produzcan más que otros
mediante la intensificación mayor aún del trabajo.
Esto es, en última
instancia, lo que a largo plazo busca Telmex con el Acuerdo sobre el Programa
Permanente de Productividad: alcanzar ésta a través de la forma más lesiva para
los telefonistas, cuestión que detallaremos en un capítulo posterior. No
obstante, lo más frecuente es encontrar que las vías que llevan al incremento
de la productividad conducen a su vez al aumento en la intensidad del trabajo.
La primera y más
importante consiste en el perfeccionamiento de la tecnología de las máquinas.
Cuando se sustituyeron los conmutadores electromecánicos por los digitales,
simplificaron enormemente las labores de mantenimiento: se dejaron de lavar
selectores, de ajustar relevadores, de aceitar y engrasar, de reparar averías
dentro de las salas de conmutación, etc. con lo que disminuyó sustancialmente
la gran variedad de actividades que se realizan con este tipo de tecnología. El
trabajo físico se simplificó, pero no por ello el técnico ganó tiempo de la
jornada para un descanso o esparcimiento mayores. Al potenciarse el flujo del
tráfico telefónico con la conmutación digital, aumentó la producción y se hizo
cada día más masiva. También se incrementó asimismo la velocidad de la
conducción de los impulsos eléctricos a lo largo del sistema y se redujeron los
tiempos de su recorrido.
Pero, junto con esta
mayor velocidad de operación del sistema automático de conmutación
digitalizada, aumentó también el tiempo efectivo de trabajo del técnico, es
decir, se hizo más intensivo. El estar monitoreando, siguiendo las rutinas,
atendiendo los reportes del monitor y de la impresora, estar al tanto más
continuamente de las señales de alarma, permanecer prácticamente fijo al
monitor y sus periféricos, significa una carga de trabajo mayor, máxime si se
considera que el volumen del tráfico atendido es mayor y su flujo más rápido,
con lo que aumenta el tedio y la monotonía.
En consecuencia, una
mayor velocidad y capacidad de trabajo de la máquina hace que el trabajador
aumente la cantidad de su trabajo durante la jornada; hace, pues, que
intensifique su trabajo, aunque el tiempo y esfuerzo requeridos para arreglar una
sola falla hubiese disminuido, comparado con el que se requiere bajo la
conmutación analógica. Nadie puede negar que el diagnóstico automático y la
simple reposición de tarjetas reducen los tiempos de reparación de los
desperfectos, con lo que aumenta la productividad, como tampoco se puede
afirmar que con los sistemas AXE, 5ESS y S-12 los técnicos han conquistado más
tiempo libre para su persona dentro de la jornada. Las máquinas no se
inventaron para liberar al trabajador de los males del trabajo, sino para
reducir costos, aumentar la intensidad y productividad del trabajo y por
supuesto, las ganancias.
La misma
consideración puede hacerse en el caso de la introducción de terminales y/o
computadoras en 04 y 05, la sustitución de los conmutadores a base de cordones
por los digitales en el departamento de Tráfico Manual, la sustitución de los
teléfonos convencionales por los transistorizados en el caso de Planta Externa
o la generalización del uso de microcomputadoras en el área administrativa.
En este último caso,
no sólo se reducen los tiempos requeridos para el procesamiento de la
información, sino que también aumenta la capacidad de memoria de los
archivos, lo que equivale al manejo por el telefonista de cantidades mucho
mayores de información en tiempos cortísimos, con un grado de exactitud
envidiable y con los datos impresos casi al instante.
Pero aquí no terminan
las bondades de la automatización. Sabido es que con el uso de
microcomputadoras se absorben trabajos de varios puestos e incluso de varios
departamentos. La capacidad de centralización y concentración de la
información en bases de datos o en diversos archivos procesados por un
computador aumenta el radio de acción del trabajo, con lo que tenemos
saltos enormes en la velocidad de operación, cantidad de información
procesada y extensión del campo de trabajo.
Por consiguiente, el
perfeccionamiento de las máquinas reporta aumentos notables en la productividad
del trabajo así como en su intensidad, independientemente de si estamos
hablando del área productiva de conmutación-transmisión, planta exterior,
tráfico, administrativos o servicios generales.
CAPÍTULO IV LAS FORMAS DE CONCEBIR LA PRODUCTIVIDAD
DEL TRABAJO
1.- El viraje asumido por Telmex
Al medir la
productividad del trabajo nos encontramos con dos enfoques básicos: El primero
de ellos, concebirla como la cantidad de productos realizados en un tiempo dado.
Para el caso de la telefonía, sería la cantidad de llamadas cursadas, aparatos
o líneas instalados. Se trata, pues, de tomar como referencia el resultado
final de la acción de los 49 mil telefonistas. Por muchos años de manera
pública, Telmex midió la productividad bajo la forma de aparatos instalados al
año, o bien, la cantidad de líneas por trabajador.
En todos estos casos
se toma como referencia una de las actividades representativas de la telefonía
(teléfonos o líneas) y se le relaciona con el rendimiento por trabajador. Lo
que hay detrás de esta manera tradicional de medición de la productividad es la
preocupación por los funcionarios de Telmex del rendimiento del producto a
partir de cierta cantidad de inversión en recursos materiales (materias primas,
equipo, etc.) y recursos humanos. Es la vieja y obsoleta forma de
concebir y medir la productividad, que aún en nuestros días se toma como marco
de referencia. También es la más burda y nociva para el trabajador, ya que toma
el grado de explotación como uno de los resortes esenciales para el aumento de
la productividad.
La gran deficiencia
de esta forma de concebir la productividad consiste en que hace abstracción de la vasta serie de procesos de trabajo parciales que
le dan cuerpo a la telefonía como sistema, los cuales en su armonía y acción
simultáneas dan como resultado el producto final: la llamada telefónica.
Cuando éstas se
cuantifican o cuando se consideran las líneas existentes o los aparatos
instalados, se deja de lado lo que sucede en el proceso de conmutación, en el
de transmisión, en el área de planta exterior o en la del procesamiento de la
información, es decir, se relega a segundo plano lo realmente importante y
determinante: cómo se está trabajando, con qué medios, en qué condiciones y con
cuál problemática se enfrentan a diario el conjunto de telefonistas. Mientras
las cosas vayan saliendo bien para la empresa, o lo que es lo mismo, mientras
los índices generales de productividad y el margen de ganancia vayan en
aumento, no hay de qué preocuparse.
Pero cuando éstos
caen, y vuelven a caer hasta convertir dicho descenso en una tendencia, ya no
temporal sino recurrente, entonces se reconsidera todo: tecnología empleada,
cantidad de trabajadores, actitud de los mismos, calidad de los materiales
utilizados, requerimientos del mercado, procedimientos del trabajo, tipo de
administración, etc.
Esto sucedió después
de 1988. Desde cuatro años antes hasta 1992, Telmex obtuvo tasas de crecimiento
menores a las registradas años atrás y sus índices generales de productividad
también se fueron a la baja, a pesar de que desde los primeros años de la
década de los 80's encontramos la digitalización creciente del sistema y
aumentos sorprendentes en la inversión de capital, que van desde el 73.3% de incremento
anual en 1982 hasta el 262.7% en 1987 y 140.9% en 1988, cifras que aún
descontándoles el efecto negativo de la inflación, representan magnitudes
importantes en la expansión de la planta telefónica.
No es casual, por
tanto, que en 1987 Telmex haya pretendido responsabilizarnos a los telefonistas
sindicalizados de la mala calidad del servicio y la disminución de la
productividad, como tampoco es casual que en ese mismo año empezara a plantear
el control total de calidad como una de las opciones para potenciar el trabajo
de los telefonistas, que haya decidido modificar la estructura de la empresa
(regionalizándola y creando las nuevas direcciones corporativas y operativas),
el crecimiento acelerado y la mayor celeridad de la sustitución de la tecnología
analógica por la conmutación y transmisión digitales.
De entonces a la
fecha, la productividad y la calidad se convirtieron en los temas principales
propagados por la empresa en la vida laboral de los telefonistas, aunque más la
primera que la segunda. Lo que guiaba a Telmex era su forma particular de
concebir el control total de calidad, desarrollada sobre todo a fines de 1987 y
el curso de 1988.
Aunque con los
cambios continuos de directivos, la privatización de la telefonía y su apertura
a la competencia internacional se abandonó la intención de aplicar el control
total de calidad, sin embargo como residuo quedó un viraje en la forma de
concebir la productividad. Ahora se mira lo que antes se dejaba de lado: el
conjunto de actividades de cada sector de telefonistas.
Telmex con esto ha
vuelto los ojos hacia los procesos parciales de trabajo de cada área
productiva, de cada especialidad, de cada departamento e incluso de cada puesto
de trabajo, lo que constituye un enfoque más completo pero igualmente nocivo en
la concepción de la productividad, ya que se sigue apoyando en la
intensificación acentuada del trabajo.
2.- Alcances de esta forma de concebir la
productividad
No es lo mismo ver el
proceso de producción en función del resultado final que el resultado final en
función del proceso productivo. Bajo la primera óptica, se privilegia la
cantidad de productos terminales realizados y se sobrevalora el peso de la
tecnología y materiales empleados para el aumento de la productividad,
dejándose a segundo plano el proceso que toma cuerpo a partir del concurso de
los miles de brazos humanos de los telefonistas puestos en acción.
Bajo la segunda
forma, a la importancia vital de las nuevas tecnologías y de la calidad de los
materiales se suman el conjunto de actividades laborales de los telefonistas
como aspecto esencial y de primer orden. Tanto la cantidad de productos como su
calidad ahora son vistos en función de un rendimiento óptimo del proceso
de trabajo en su conjunto: tanto de sus elementos materiales como humanos, con
lo que la administración de Telmex pone ahora una atención singular en el
trabajo del telefonista.
Al pedir a los
trabajadores sindicalizados y a los empleados de confianza un reporte de la
situación en sus áreas de trabajo y principalmente de las carencias y los
cuellos de botella, no consigue un diagnóstico cualquiera de la situación
reciente del sistema telefónico, sino un resultado general donde se ha volcado
el conocimiento exacto que cada uno de los telefonistas tenemos sobre nuestro
espacio laboral. Con esto Telmex penetra hasta donde sus estadísticas y
registros no podían llegar en todos los años anteriores. Haciendo un uso gratis
de la experiencia acumulada de cada trabajador, conoce a niveles de profundidad
mayores lo que entorpece la marcha de los trabajos. Sin embargo, el primer paso
apenas constituye el diagnóstico general de la situación, realizado en 1991.
El siguiente consiste
en el recuento exacto de las labores por puesto de trabajo y por especialidad,
lo que brinda a Telmex una radiografía exacta de qué cúmulo de actividades
realiza cada telefonista; obtiene un conocimiento no sólo de los problemas
detectados por el diagnóstico general sino además de cada uno de los fragmentos
del quehacer laboral, a detalle.
Finalmente, con el
acuerdo permanente sobre productividad suscrito el 25 de marzo de 1992 e
incorporado más tarde al contrato colectivo de 1992-1994, se agrega la
obligatoriedad de establecer un sistema de medición de tales actividades. Así,
el cuadro ya va tomando forma. Primero, dime qué problemas atoran la
producción; después, qué y cómo lo haces. Más tarde, establece parámetros para
medirlo y ver qué tanto haces; finalmente, fija un incentivo según cuanto más
realizas.
Por lo tanto, cuando
Telmex pone sus ojos en el proceso productivo, lo hace con una penetración y
meticulosidad jamás antes vista, que le brinda un conocimiento exacto de cada
uno de los segmentos del trabajo a lo largo y ancho del país, con lo que estará
en condiciones de aumentar el rigor y la ejecución de las tareas, y
sobre todo, del control sobre las mismas. Los parámetros establecidos
serán un indicador del esfuerzo laboral del telefonista, de su velocidad y la
cantidad de trabajo desplegado.
A su vez, dichos
parámetros obtenidos a lo largo y ancho del país y en cada uno de los rincones
de las especialidades constituirán un sistema de información sobre la
medición del desgaste laboral, cuestión que antes la empresa no tenía y que
sólo contaba con algunos indicadores parciales.
Por primera vez en su
historia tendrá por fin un sistema informatizado sobre la multitud de los
procesos de trabajo parciales, es decir, sobre la actividad desmenuzada de los
telefonistas hasta llegar a la individualidad misma, lo que constituye un
fenómeno nuevo en la telefonía.
Dicho sistema de
información pudo haberlo conseguido mediante la contratación de asesores
externos. En este caso, le hubiera costado tiempo, sus buenos pesos y con el
riesgo casi seguro de que los parámetros levantados por los especialistas no
fueran tan confiables debido a que por muy profesionales que fuesen, sería
imposible que llegaran a conocer a detalle cada una de las actividades de los
telefonistas en las 29 especialidades, lo que arrojaría una gran cantidad de
errores. Pero, además, en el supuesto de que ya estuviera conformado el sistema
de medición por tales individuos, se necesitarían cientos o hasta miles de
ellos para darle un seguimiento regular y periódico a los parámetros de cada
trabajador. Como se ve, esto no es nada funcional, o en el mejor de los casos,
al implantarse de esa manera sería muy costoso y con alto margen de error para
Telmex.
Pero al involucrar al
propio telefonista en la conformación del sistema de información y medición, a
Telmex le sale casi regalada su creación; la logra en tiempos considerablemente
menores y, lo que es más importante, dicho sistema tendrá un mínimo margen de
errores, ya que no es lo mismo el conocimiento que sobre el trabajo tiene un
especialista externo, que la experiencia laboral acumulada del trabajador. Por
consiguiente, la empresa extrae gratis del telefonista no sólo el
diagnóstico (como se hizo en 1991) sino además y principalmente el aporte del
conocimiento colectivo que sobre sus labores tiene. Esta experiencia laboral al
extraerse en forma colectiva supera a la que se pudiera lograr de manera
individual. Es experiencia potenciada por la cooperación de los
telefonistas, cada quien en su especialidad o departamento, que a la empresa
mucho menos le cuesta, ya que por esta nueva potencia laboral que brota de la
acción colectiva del telefonista no desembolsa ni un centavo (cosa que debería
costarle), pero que en sus resultados perfecciona tanto en calidad como en
diseño dicho sistema de medición.
Por otra parte, si
mediante la construcción de dicho sistema a través de personal ajeno a Telmex
el telefonista queda excluido del seguimiento cotidiano de los parámetros, al
involucrarlo no sólo Telmex obtiene las ventajas arriba citadas, sino que
primordialmente consigue que el propio trabajador sea quien le dé seguimiento
regular, permanente y sistemático a dichos parámetros, es decir, que sea el
telefonista quien le de forma al sistema de medición, que sea él mismo la
estructura ósea, muscular y energética del sistema.
Por lo tanto, el
sujeto al que se pretende extraer más jugo productivo de su quehacer laboral,
al que hay que apretarle más las tuercas para que acentúe la intensidad de su
trabajo, es al mismo tiempo el que recopilará la información sobre sí mismo,
sobre sus ritmos, velocidades y desgaste laborales es él mismo la estructura
básica del sistema que habrá de medirlo y monitorearlo. Es, pues, el
autocontrol del telefonista hecho sistema; es autocontrol para la
intensificación de su trabajo, autosupervisión, autopresión para lograr un
esfuerzo y rendimiento mayores. Es,
asimismo, un nuevo sistema de trabajo que burla la necesaria revisión de los
perfiles de puesto así como el costo económico que debe pagar la empresa por
este cambio sustancial.
Con esto se consuma
un control más acentuado sobre el trabajo y el trabajador por la
empresa, en todos y cada uno de los rincones del sistema telefónico, donde el
propio telefonista es quien le brinda los medios estadísticos y la estructura
de automedición hecha sistema para que ésta supervise y controle de una manera
formidable, acabada y refinada como jamás se había visto, al propio trabajador.
Con esta nueva forma
de concebir la productividad es el propio telefonista quien le proporciona a
Telmex nuevas armas para su mayor control y desgaste laboral. De esta forma es,
por tanto, como la empresa ve ahora el proceso productivo, es esta la manera
como revalora su importancia.
Este mayor dominio y
penetración sobre el proceso productivo puede tener varios objetivos.
Tratándose del aquí analizado (la obtención de mayores niveles de calidad y
productividad), se ve en función del producto final: cantidad de llamadas
cursadas, líneas instaladas, etc. Esto implica un manejo óptimo de los recursos
materiales empleados: centrales con menos interrupciones en su funcionamiento,
daños reparados en tiempos menores, usos óptimos de las posiciones digitales,
de las computadoras, en fin, de las herramientas y de los materiales empleados
en general. En una palabra, un aprovechamiento más eficiente de la planta
telefónica. Por lo que respecta al trabajador, un uso más eficiente de su
capacidad productiva, es decir, de su ritmo, esfuerzo, velocidad y modo de
hacer las labores.
No obstante, levantar
un sistema de medición de la productividad con el trabajador como el agente
principal en la recolección de la información, conlleva el peligro para la
empresa de que éste pueda autorregular su desgaste y esfuerzo productivo para
no verse sometido a ritmos de trabajo esquizofrénicos. El límite impuesto para
que esto no suceda lo tenemos, de un lado, en la propia Cláusula 195 del
Contrato Colectivo, cuando se establece que todo lo relativo a calidad y
productividad no implicará "cogestión en la toma de decisiones para la
administración de Telmex", lo que significa que el margen de intervención
que se le da al telefonista en el sistema de medición es infinitamente
limitado, ya que no puede intervenir en todo aquello que implique bilateralidad
para la administración de la planta telefónica: tanto en sus aspectos materiales
como del propio telefonista.
Se nos restringe la
facultad para decidir, junto con la empresa, todo aquello que pueda implicar
cambios en los procedimientos del trabajo, la organización del mismo, en el
tipo y forma de empleo del equipo y sus materiales accesorios. El autocontrol
del trabajador sólo se restringe, pues, a la autopresión y autosupervisión para
un rendimiento más intensivo de nuestra actividad laboral, esto es, para
aumentar la cantidad de lo trabajado, mas no así la calidad, aspecto que se
reserva Telmex para su exclusiva determinación. Sobre estos aspectos volveremos
más adelante.
Habrá de ser necesario, por
consiguiente, un mecanismo adicional que por sí mismo garantice que trabajemos
más duro y en forma cada vez más creciente. Estos son los incentivos. Es el estímulo económico planeado, de
tal manera que entre más esfuerzo productivo por día rinda el telefonista,
mayor será el incentivo que reciba.
CAPÍTULO V LA MEDICIÓN DEL ESFUERZO PRODUCTIVO
1.- Las actividades terminales
En principio,
trataremos de las formas de medición del esfuerzo productivo del telefonista.
La primera y más inmediata es la referida a la cuantificación de las
actividades o tareas terminadas, o lo que es lo mismo, al resultado parcial del
trabajo.
Un trabajo terminado
es una orden de instalación ejecutada, una orden de reparación realizada, una
queja liquidada, determinados postes levantados, una llamada completada, un
memo elaborado, etc., lo cual nos puede indicar el trabajo realizado de un
individuo o de un grupo de ellos (una cuadrilla o un grupo de oficinistas u
operadoras, por ejemplo, según el área que tomemos de referencia). En algunos casos y áreas de trabajo
esta forma de medición puede ser representativa y reflejar en forma más o menos
fiel el grado de esfuerzo productivo realizado por determinado colectivo de
telefonistas, aunque esto será la excepción y no la regla.
Esto es debido a que
un trabajo terminado no indica por sí mismo el grado de dificultad que hubo para realizarlo, las fases previas
que fueron necesarias, los distintos problemas que se presentaron durante su
elaboración, la calidad de los materiales utilizados, etc.
Cuando el instalador
termina poniendo en nuestra casa el cable marfil o el teléfono, este último no
trae impresos los metros de cable No. 18 que se debieron tender, los postes
necesarios, las pruebas que se hicieron en la central, la distancia que tuvo
que recorrer el instalador desde el centro de trabajo hasta el domicilio, etc.
En suma, cada actividad realizada no lleva el sello de su historia clínica
laboral. Simplemente, queda el teléfono instalado como signo de terminación de
un proceso. Lo mismo cabe decir de la teleboleta, del oficio
mecanografiado, de la base de datos impresa, etc.
Por lo tanto, sólo
cuando en un puesto de trabajo se hacen una o pocas actividades que no
requieren de procesos previos, complejos y/o variados, la medición del esfuerzo
productivo resulta confiable, aunque, como repetimos, esto será en muy contados
casos. La casi totalidad requieren de la consideración del esfuerzo global que
hubo de plasmarse previamente por un variado número de trabajadores en las
diversas fases que componen la realización de tal o cual producto. Es la
descomposición de las labores parciales la que debe tomarse como el aspecto
fundamental para cuantificar de manera fiel el esfuerzo productivo de los
telefonistas así como sus grados de dificultad, tensión e intensidad en el
trabajo, para considerar incluso la calidad en los trabajos derivada del grado
de calificación puesto por el trabajador, de su experiencia laboral acuñada por
los años, así como del tipo de instrumentos y equipo con que labora.
Otras vías
adicionales que perfeccionan la medición real del esfuerzo productivo son las
que a continuación se mencionan.
2.- La cantidad de material empleado
El siguiente aspecto
consiste en la cantidad de material empleado para una acción
determinada. El aumento progresivo de los trabajos realizados se refleja
invariablemente en la ocupación de una masa mayor de materias primas y materias
auxiliares empleadas durante la jornada. Este es uno de los indicadores más
fieles e importantes que reflejan el aumento de la productividad del trabajo.
Si analizamos el trabajo de un
instalador, la cantidad de órdenes terminadas será un indicador de su
intensidad; pero si a ésta le sumamos el volumen de material empleado, esto es,
los metros de cable No. 18 y de cable marfil que se llevó para concluir la
instalación, tendremos una evaluación más exacta del grado de su esfuerzo
productivo, máxime si consideramos que hay unas órdenes de trabajo más lejanas
que otras. Lo mismo cabe decir para la actividad de los técnicos de líneas,
cables construcción y planta exterior en general.
Veamos
ahora lo que sucede en Tráfico. Por muchos años Telmex ha empleado
unilateralmente un parámetro erróneo de productividad de la operadora: las
llamadas completadas. Esto es incorrecto, pues se dejan de lado la gran
cantidad de llamadas recibidas que por múltiples circunstancias no se alcanzan
a completar, pero en cuya atención las operadoras han invertido tiempo y
esfuerzo corporal y cerebral. Es el caso de todas las llamadas que se anuncian
en el conmutador a la hora del Tío
Gamboin, y que por la similitud de las tres primeras cifras de su número
con el del 09 incorrectamente el equipo de conmutación las enruta hacia tráfico
manual.
Atender una llamada
implica para la operadora visualizar la lámpara que se anuncia, efectuar el
movimiento de brazos, manos y dedos para activar la llave, tomar el cordón,
enlazar la clavija al jack correspondiente y predisponerse a escribir los datos
del abonado en la teleboleta. Finalmente, preguntar el número a donde se desea
hablar.
Todo este
juego de movimientos corporales y acción cerebral se desarrolla aún cuando
resulte una llamada equivocada, lo cual implica esfuerzo productivo y desgaste
de energía por la operadora, por lo que necesariamente debe ser considerado
para efectos de cuantificación en los parámetros. Así pues, es la llamada
contestada el primer parámetro a considerar. A ello habrá que agregarse el
aumento progresivo de las teleboletas empleadas, lápices consumidos y otra
serie de materiales de consumo continuo para la realización de la llamada,
tratándose de la conmutación a base de posiciones con uso de cordones.
En el caso de las
actividades administrativas y técnico-administrativas el consumo creciente de
material empleado derivado de la mayor productividad del trabajo es más
notorio: mayores cantidades de formatos procesados, creciente número de
copiadoras, mayor consumo de energía por el aumento sustancial del equipo de
oficina, etc. que por lo general no se cuantifica de manera regular, en cada
área de trabajo o departamento, pero que se manifiesta en volúmenes mayores de
materiales que pasan por los almacenes a nivel nacional.
3.- Las cualidades físicas de los materiales
Hay otro tipo de
actividades que dan lugar a una consideración de la productividad del trabajo
según determinadas cualidades físicas de los materiales que se emplean
por el trabajador. Es el caso de la longitud del cable tendido, de la
cepa abierta, del ducto o de la línea privada instalada, etc. También lo puede
ser el peso en aquellos procesos de trabajo donde se transporta, monta o
descarga material y/o equipo.
Casos como el del
departamento de Despensas o Archivo General requieren necesariamente de la
combinación de parámetros como el peso de las cajas que reciben, la cantidad
de las mismas e incluso el cuidado que se debe tomar con aquellas cajas que
contienen productos frágiles o muy sensibles al movimiento, como la losa y las
máquinas electrónicas en el caso de las promociones especiales de la despensa.
En esto último es la configuración física del material transportado lo
que requiere una atención más esmerada de los telefonistas y por tanto, un
gasto adicional de trabajo.
Estas son, pues, las
tres clases de parámetros a considerar en la valoración de la productividad por
lo que respecta a los elementos materiales que intervienen en la
realización de las tareas. A estas alturas ya se habrá notado que la forma más
real de cuantificar el esfuerzo productivo del telefonista consiste
precisamente en la combinación de
éstos y no en la aplicación unilateral de uno solo, aunque pareciera ser
representativo a primera vista. Esto es así porque la propia dinámica real de
las labores en cada puesto, área o departamento une o ensambla tanto
características de diverso orden de los materiales utilizados y del resultado
del trabajo como procesos parciales diversos, secuencias y procedimientos de
trabajo alternados y/o yuxtapuestos que hacen necesario concebir la medición
del esfuerzo productivo desde diversos ángulos para lograr una medición más
exacta y fiel del mismo.
4.- Los tiempos de transportación
Sin embargo, aquí no
termina lo que debe ser considerado en la medición. Aunado a la consideración
de las magnitudes de los materiales y equipo empleados, tenemos otros
tres aspectos esenciales, tan importantes como aquellos: en primer lugar, los
tiempos empleados en la transportación del trabajador durante la jornada
para el seguimiento o realización de sus tareas; en segundo lugar, el tipo y
la extensión del campo de trabajo; y finalmente, los relativos al
telefonista mismo como sujeto de trabajo.
Los tiempos de
transportación dentro de la jornada son relevantes en casos como Choferes,
Sría. General, R.I.L. o Conmutadores Privados, donde el traslado en las
camionetas para realizar tal o cual orden de trabajo consume una parte
importante del tiempo. El grado de congestionamiento vial, el estado de las
calles y de las camionetas son factores que alargan o disminuyen el tiempo
invertido en el traslado.
5.- El campo de trabajo
El segundo aspecto
relativo a la extensión y tipo del campo de trabajo puede hacer más lenta,
rápida o pesada la actividad del
telefonista. Una zonificación muy ampliada de las ciudades o regiones provocará
tiempos de transportación mayores en los telefonistas que laboran en la calle y
con ello, además de exigirles un gasto adicional de trabajo por este motivo,
disminuirá asimismo su rendimiento. Por el contrario, la fijación de áreas o
campos de trabajo más pequeños acortará las distancias recorridas y elevará el
rendimiento del telefonista. Es lo que está sucediendo en la Ciudad de México y
otras del interior de la República con la apertura de nuevos centros de
trabajo.
Pero esto no es
privativo de los trabajos de instalación y mantenimiento de la red externa o de
todo aquel que labora con vehículos de la empresa. También en las actividades
que se realizan dentro de las instalaciones el campo de trabajo juega un papel
relevante en la productividad del trabajo. La disminución de técnicos de
mantenimiento en las centrales analógicas producto del traslado de un buen
porcentaje de ellos a la conmutación digital propició que en los técnicos que
se quedaron para el mantenimiento del sistema analógico recayera el peso de una
mayor porción del mismo, lo que aumentó su campo de trabajo.
A su vez, aquellos que
llegaron a la conmutación digital también vieron disminuidas la variedad y
complejidad manual de sus tareas pero no así la atención de un sistema de menor
capacidad, sino muy por el contrario, también, al igual que sus compañeros que
siguen en la tecnología convencional, llevan a cuestas la responsabilidad de la
operación y mantenimiento de un autómata de mucho mayor capacidad que los
vistos bajo la tecnología anterior.
De igual forma, en
todos aquellos lugares donde se incorpora el uso de las microcomputadoras
aumenta el campo de trabajo de quienes las operan, pues con las memorias cada
vez más potentes y veloces de estos nuevos instrumentos de trabajo se logra una
concentración miles e incluso millones de veces mayor que bajo los registros y
controles manuales con que se laboraba antes de su introducción, provocando a
su vez la integración de trabajos que antes se encontraban fragmentados y
divididos en numerosos puestos de trabajo o bien, en distintos departamentos e
incluso hasta en regiones distintas, lo que provoca no sólo aumentos
considerables en las cargas de trabajo sino además en su productividad. De ahí
la importancia de este parámetro.
6.- Las cualidades del telefonista
Por último, habremos
de exponer las características propias del telefonista que intervienen en la
productividad del trabajo.
La primera de ellas
es el grado de calificación del trabajador, es decir, sus niveles de
capacitación, tanto teórica como práctica. No rinde lo mismo un trabajador sin
capacitación que aquel que cuenta con ella. El producto del trabajo de uno vale
menos que el del otro. Por consiguiente, la competencia internacional exige a
Telmex no sólo niveles de calidad y productividad superiores. Le reclama,
además, que sus propios trabajadores tengan por lo menos los niveles promedios
de capacitación que rijan a nivel internacional en una rama productiva
altamente tecnologizada como lo son las telecomunicaciones. Más aún, la
capacitación del trabajador es uno de los resortes fundamentales que potencian
la productividad. Dejarla a segundo término implica seguirse moviendo en la
mediocridad, aunque de palabra se persiga la excelencia.
Por lo tanto, además
de tarea fundamental a lograr por el STRM, la capacitación debe incluirse en el
sistema de medición y en consecuencia, se deben fijar parámetros que la
cuantifiquen.
La segunda cualidad
del telefonista como agente productor que se debe tomar en cuenta es el
grado de dificultad en la realización de las tareas. Así como hay
actividades simples y rutinarias en la labor de todo telefonista, también
existen aquellas que implican, o bien un grado de dificultad en su realización
manual que requiere de una habilidad y experiencia singulares, o bien un grado
de conocimiento tal que sólo los años y la preparación teórica los brindan. Es
el caso de aquellos técnicos de centrales, de larga distancia, de plantas de
fuerza, de planta exterior, operadoras, proyectistas, oficinistas, etc., que
han logrado alcanzar un conocimiento casi completo y a detalle de su espacio de
trabajo también lo es el de aquellos telefonistas que reparan con una maestría
sin igual cables de miles de pares, de aquellos que sacan las fallas más
complejas e inimaginables, de las operadoras que completan llamadas casi
imposibles, de oficinistas y técnicos que construyen bases de datos como si
fuera un juego de niños, o que programan de acuerdo a sus necesidades
particulares, etc.
El grado de
dificultad constituye un parámetro de singular importancia en todos aquellos
trabajos que no tienen una sola rutina monótona y mecánica. Es el caso de todos
los trabajos técnicos, administrativos y contables diseminados a lo largo y
ancho del sistema telefónico. Habrá de ser necesaria, pues, una atención
especial por cada telefonista cuando vaya desmenuzando una a una sus
actividades, ya sea por área o por puesto de trabajo para descubrir cuáles de
ellas requieren de grados de dificultad que sea necesario resaltar para darles
un mayor peso a la hora de la medición y de la negociación de los parámetros e
incentivos con la empresa.
Finalmente, habrá de
considerarse el grado de tensión, y por lo tanto, de desgaste físico y
mental que reclama la ejecución de determinada actividad. Al igual que en el
caso anterior, no podemos medir con el mismo rasero el despliegue de la
actividad del telefonista. En unos casos es mayor que en otros. Ahí donde por
la naturaleza de las labores la tensión puesta en el trabajo sea mayor, el
telefonista descargará más energía que la promedio; por lo tanto, su organismo
le demandará una alimentación y descanso mayores, lo que repercutirá en su
gasto individual y familiar.
Si recordamos que
ahora Telmex busca la implantación de una forma de trabajo más intensiva a
través del programa permanente para la productividad, el desgaste más
pronunciado del telefonista al que aquí aludimos no será ocasional sino
permanente y más pronunciado y agotador, lo que exige que se le tome en cuenta
para el establecimiento de los parámetros y la medición. ¿Cómo llegar a esto? A
través de dos formas: mediante una cuantificación negociada de esos grados de
tensión en el trabajo donde la experiencia laboral jugará un papel determinante
en dicha cuantificación o bien, a través de determinadas pruebas médicas que
periódicamente vayan midiendo el desgaste energético del trabajador, cuyos
índices constituirán a su vez parámetros a incluirse en el sistema de medición.
Lo expuesto hasta el
momento rebasa el punto de vista de Telmex tanto sobre cómo entendemos la
productividad y su medición, como con qué parámetros nos auxiliamos para
cuantificarla. Respecto a esto último, no se trata de medirla simplemente de
acuerdo al resultado de trabajo de cada telefonista o de un área determinada,
sino además, de tomar en cuenta los diversos factores que intervienen en el
aumento o disminución de dicho resultado, ya sea condicionándolo,
determinándolo o simplemente representando de una manera más fiel y completa la
productividad del telefonista.
Nuestro punto de
vista tampoco consiste en que obligatoriamente se deban tomar todos y cada uno
de los parámetros y/o indicadores arriba expuestos para las distintas áreas y
puestos de trabajo. No son una receta que invariablemente se tenga que aplicar
a como dé lugar. Subrayamos el hecho de que tales formas de medición son
viables de acuerdo a las características del tipo de trabajo analizado. Para
unos será conveniente la combinación de determinados parámetros; para otros,
habrá de ser necesaria una combinación distinta. Incluso, en otros más se
requerirá hasta de algunos otros parámetros no expuestos aquí, que por la
naturaleza de las labores se destaquen como necesarios para cuantificar el
esfuerzo del trabajador.
Lo importante es no
acartonar en esquemas una variedad laboral tan rica como la que encontramos en
la telefonía y tener como objetivo la aplicación de aquellos parámetros -los
necesarios y suficientes- que reflejen de una manera fiel y lo más exacta
posible nuestro esfuerzo y productividad, ya que es el tipo de trabajo el
factor que determina el tipo de combinación de los parámetros que habrán de
emplearse.
CAPÍTULO VI LAS CONDICIONES TÉCNICAS Y SOCIALES QUE
INTERVIENEN EN LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO
1.- Las condiciones técnicas
Hasta
el momento la administración es la que define la clase de tecnologías a emplear
en los distintos procesos de trabajo. Son por lo regular adquiridas en los
países imperialistas, lo que implica comprar casi siempre maquinaria
configurada de acuerdo a las necesidades y los grados de desarrollo de esos países
y en no pocas veces, ya desechadas por la existencia de nuevas e innovadoras
tecnologías de punta.
Al llegar dichos
sistemas de maquinaria a los puestos de trabajo, se enfrentan con las
condiciones laborales propias del país y de manera particular, con la realidad
laboral de los telefonistas. ¿Son en realidad tales tecnologías las apropiadas?
¿Se adecuan a la fisonomía de los telefonistas y a los procesos de trabajo de
las distintas áreas? ¿Son las óptimas para mejorar la calidad y productividad
del trabajo? ¿Sirven para mejorar las condiciones de trabajo? Estas y otras
preguntas a menudo se dejan de lado por quienes administran la telefonía o en
el mejor de los casos, en teoría son consideradas; pero sólo hasta que se les
encuentra operando en la producción es cuando se confirma si son adecuadas al
tipo de trabajo, a sus condiciones y a los telefonistas que las operan.
Por tanto, tenemos
una gran contradicción: si los telefonistas sindicalizados son quienes en su
mayoría se las tienen que ver con la maquinaria y el equipo existentes durante
toda su vida laboral; si son ellos quienes de acuerdo a su habilidad, destreza,
experiencia y grados de calificación las operan para lograr los óptimos de
calidad del servicio telefónico así como de su productividad, resulta
sorprendente que su voz y voto no sean
tomados en cuenta al momento de elegir entre una tecnología y otra.
La participación de
los telefonistas sindicalizados en la investigación y desarrollo constituye una
palanca productiva que Telmex hasta la fecha ha menospreciado.
Independientemente de que no hacerlo contraviene lo pactado en el contrato
colectivo en vigor, mientras no se involucre al STRM en estas tareas, no se
logrará el ensamble de la experiencia laboral acumulada del trabajador con su capacidad
de innovación tecnológica. Incluso, en las áreas de trabajo se mutila o desdeña
la creatividad del telefonista para reconfigurar, remodelar o adaptar la
maquinaria y el equipo que emplea. Esto se lo reserva el personal de confianza,
aunque también raro es aquel que realiza tales actividades.
Por consiguiente,
encontramos una separación entre los medios tecnológicos de cada proceso
de trabajo con respecto a los telefonistas que se encargan de operarlos o
darles mantenimiento. Esta es la peor de las condiciones que impiden el logro
de óptimos de producción y de calidad.
Sobra decir que si
existe tal divorcio entre la maquinaria y el hombre que la manipula, realmente
constituye una hazaña cuando la voz del trabajador es tomada en cuenta para
definir su número, el tipo o incluso el diseño especifico requeridos de la
tecnología a emplear, su impacto en el proceso de trabajo y el medio ambiente o
bien, su adecuación a las condiciones ergonómicas del trabajador.
Jamás se ha
preguntado a los técnicos de conmutación/transmisión su opinión respecto a una
tecnología especifica antes de introducirla; nunca se les ha dado la opción de
conocer el espectro tecnológico de otros países con grados de desarrollo
mayores o sistemas de telefonía más eficaces, como tampoco la administración se
ha preocupado por preguntar a todo telefonista que maneja vehículo como eje de
su trabajo el diseño que le permita el menor cansancio y agotamiento para de
esta forma potenciar su actividad en base a una jornada menos extenuante. Mucho
menos se ha permitido que operadoras y telefonistas técnicos y/o
administrativos opinen sobre las computadoras más apropiadas a su espacio
laboral, las menos lesivas a su salud, así como la paquetería y/o programación
más adecuada.
En todos estos casos
al telefonista sindicalizado se le anula la posibilidad de contar con márgenes
de decisión. Por el contrario, la norma que Telmex ha seguido consiste en
evitar todo tipo de injerencia de los trabajadores en estos asuntos. Más aún,
en hacer uso de las nuevas tecnologías para descalificarlos, desplazarlos y
apropiarse de su materia de trabajo. Salvo muy raras excepciones, la
capacitación a los telefonistas sindicalizados se encuentra en una de las
peores crisis de toda su historia, en tanto que para el personal de confianza
no se escatiman esfuerzos para efectos de capacitación, incluyendo obviamente
los cursos en el extranjero.
La ausencia de una
capacitación real a los telefonistas sindicalizados acentúa el divorcio entre
éstos y la tecnología empleada, lo que incide en bajos niveles de calidad y
eficiencia en la realización de las labores, independientemente del área
productiva de que se trate.
Llegar a un sistema de
medición e incentivos para elevar la intensidad y la productividad del trabajo
sin una auténtica capacitación a los telefonistas equivale a conducir un
ejército a una guerra sin el conocimiento por sus integrantes de las tácticas
de lucha y del manejo óptimo de sus armas debido a que quienes conducen dicho
ejército tienen la intención de reservarse y monopolizar el mejor equipo y
armamento, dejando al resto de sus integrantes el triste papel de peones de
batalla cuerpo a cuerpo.
Por lo que se ve,
esto último es lo que se trae Telmex entre manos, lo que contraviene incluso la
definición de productividad pactada en
la cláusula 195 del contrato colectivo. Hacer de esta última un sistema
generalizado en toda la empresa presupone el cumplimiento de una capacitación
óptima al telefonista sindicalizado, misma que debe incluirse en el sistema de
medición a través de parámetros que vayan midiendo de manera concisa y exacta
los avances en esta materia.
2.- Las condiciones sociales
Perfeccionar la
calidad y productividad del trabajo requiere a su vez de un mejoramiento óptimo
de las condiciones que intervienen en el mismo, o sea, las condiciones de
trabajo. Plasmado como parte integrante de la definición de productividad que
encontramos en el contrato colectivo, este aspecto de manera general queda
enunciado con ambigüedades notables tanto en las negociaciones entre las
cúpulas de dirección como en las que se dan por especialidad o área productiva.
a)
La organización y división del trabajo
Tanto la calidad como
la cantidad de lo producido dependen de la manera como se organice y distribuya
el trabajo, así como de los procedimientos y modos particulares que se emplean
para su consecución. Muchas veces el personal de confianza en quien recae la
responsabilidad de la conducción de las labores en un área determinada pierde
de vista el conjunto de los procesos y la conexión con los más inmediatos de
otras áreas, lo que le impide calibrar en sus justos términos las labores de
cada uno de los telefonistas que se encuentran a su cargo.
Esto se ha acentuado en los
últimos años al hacer recaer en el personal de confianza una multitud de
actividades operativas propias de los telefonistas sindicalizados con tal de
descalificar su actividad, sustraerles la materia de trabajo y expulsarlos
finalmente hacia actividades de menor importancia y más simples.
El precio que Telmex
paga por esto es que tal personal pierde a fin de cuentas una adecuada labor de
dirección en el área a su cargo, lo que con el tiempo acentúa los cuellos de
botella y deteriora tanto la magnitud de lo producido como su calidad, amén de que
menosprecia el conocimiento pormenorizado que tienen los telefonistas
sindicalizados de su puesto de trabajo y del área en general.
Si Telmex respetara
lo que pertenece al STRM, si dejara de sustraerle su materia de trabajo y si
tomara en cuenta la opinión de los trabajadores sobre los procedimientos del
trabajo más eficaces y la necesidad de modificar la organización y la división
del trabajo para lograr mejores resultados, estamos seguros que el sistema de
medición y el programa general de productividad empatarían de una mejor manera
con la experiencia que se tiene por los telefonistas sindicalizados de los
puntos críticos existentes en cada proceso de trabajo.
b)
Las condiciones físico-ambientales
El tipo de
iluminación y ventilación existentes en un área de trabajo son factores que
intervienen en el rendimiento productivo de los telefonistas; de igual forma,
el espacio con que cuentan para desarrollar su actividad, la existencia de
ruido, humedad relativa, la temperatura, las corrientes de aire, de polvos y/o
tóxicos, el tiempo de transportación de su domicilio al lugar de trabajo y
viceversa; el que ocupan al transportarse para tomar sus alimentos, la calidad
de estos últimos, etc. son elementos de las condiciones de trabajo que deben
estar monitoreados en todo programa de mejoramiento de la calidad y la
productividad, los cuales a su vez tienen la ventaja de ser medibles.
No se pueden dejar
estos elementos a la buena voluntad de Telmex como tampoco a declaraciones
bonitas o negociaciones pasajeras. Si de manera tradicional las condiciones de
trabajo intervienen directamente en la calidad y cantidad de lo producido; si
por lo general la administración las toma en cuenta en función de las máquinas
existentes en el área de trabajo dejando a segundo término su impacto en el
trabajador ocasionando por esto constantes riesgos a la salud, con mucho mayor
razón se convierten en un elemento de obligada consideración al tratar
de introducir el sistema de medición para el incremento de la productividad.
Una mayor tensión,
esfuerzo y desgaste del telefonista acentúa riesgos a la salud, lo que requiere
del mejoramiento sustancial de las condiciones de trabajo en que actúa, y que
necesariamente implica una verificación, medición y perfeccionamiento constantes
de las mismas, cuestión que sólo se adquiere estableciendo formas de medición
sencillas pero igualmente eficaces a través de las cuales se vaya detectando
dicho mejoramiento.
3.- Material, equipo y herramientas
También el trabajo
intensivo hace que se ocupe una mayor cantidad de material (cable, postes,
teleboletas, papel, lubricante, etc.), que el desgaste de las herramientas sea
más rápido, así como el del equipo que se utiliza. Mayores grados de
productividad presuponen, de un lado, la ocupación intensiva de las camionetas,
de las computadoras, de las máquinas de escribir, de las copiadoras, de los
conmutadores (tanto en centrales automáticas como en Tráfico), etc. lo que
exige a Telmex un mantenimiento más eficaz del equipo y la sustitución más rápida
de los ya caducos para evitar accidentes de trabajo.
De otro lado, la
mayor intensidad a la que se trabaja requiere de un conjunto de medidas de
prevención de estos últimos, que van desde exámenes médicos más periódicos y
completos hasta de una actuación más intensiva de la comisión mixta central de
seguridad e higiene y de la puesta en marcha de manera inmediata de las
subcomisiones mixtas a su cargo para una verificación y perfeccionamiento
crecientes de las condiciones de trabajo.
Así como en los temas
anteriores, el relativo al material, herramientas y equipo utilizados pueden
ser medibles para llevar un control riguroso que evite al máximo los riesgos y
accidentes de trabajo.
4.- La supervisión
Como todo sistema que
busca el incremento de la intensidad y productividad del trabajo permite un
control y supervisión del trabajador más acentuados, Telmex no se pudo resistir
a la tentación y en numerosas áreas de trabajo se està sirviendo con la cuchara
grande, aprovechando la inexperiencia de los telefonistas en el manejo de estas
técnicas. No faltan, además, de entre el personal de confianza frontera
(usualmente llamados de línea) o gerentes, aquellos que alguna vez tuvieron una
embarrada de dichas técnicas en sus escuelas y que ahora tienen la oportunidad
de su vida para tratar de ponerlas en marcha con el objeto de acentuar el
control y sacar lo más que se pueda del trabajador sindicalizado para quedar
bien con sus superiores, y más adelante apostar a un puesto superior.
Tanto de estos
"ingeniosos" supervisores o gerentes como de las pretensiones
generales de la administración por hacer del sistema de medición una opresiva
forma de aumentar la supervisión y vigilancia sobre el telefonista
sindicalizado hay que estar muy alertas y rechazar tajantemente toda intentona
de aprovechamiento de la situación. Lo más fácil que tienen a su alcance es
incluir en los formatos de medición los tiempos de inicio y terminación de las
labores (llamados por Telmex productos terminales o actividades principales),
lo que prácticamente equivale a tener un cronómetro durante toda la jornada,
por área de trabajo o por cada telefonista, manejado incluso por él mismo. Esta
es la peor de las supervisiones y por las consecuencias negativas que tiene
sobre el telefonista sindicalizado, debe ser rechazada.
Se debe tomar en
cuenta que todo aumento de la fiscalización, -independientemente del mecanismo
que se utilice para ello-, tarde o temprano produce efectos contrarios a los
esperados, ya que hace que el telefonista rinda menos que con una supervisión
normal, máxime si el llamado sistema de medición se convierte en un sistema de
supervisión acentuada sobre su persona y no sobre el trabajo realizado.
5.- Las condiciones laborales
El último aspecto que
comprende las condiciones sociales en que se desenvuelve el trabajo es el
relativo a las condiciones laborales. No se puede hablar de un programa
permanente de mejoramiento de la calidad y la productividad, como tampoco de la
existencia de un sistema de medición si se tiene un ambiente laboral de
continuos conflictos. Desgraciadamente, pareciera que mantener una relación
laboral conflictiva es la norma a seguir por la administración de Telmex ya que
los aspectos más relevantes de la relación empresa/sindicato se mantienen en
conflicto.
Entre ellos tenemos
el incumplimiento por la primera de la capacitación, sobre todo la relativa a
las nuevas tecnologías, la sustracción de la materia de trabajo a través del
personal de confianza, de sus filiales o empresas terceras, el no cubrimiento
de las vacantes naturales y el empeoramiento de las condiciones de trabajo, por
citar las más relevantes, aspectos todos ellos que se convierten en obstáculos
para alcanzar los óptimos de calidad y productividad deseados.
CAPITULO
VII LAS CONDICIONES DE VIDA
El elemento restante
a considerar es el relativo a las condiciones de vida. ¿Qué son las condiciones
de vida? Aquellas que dedica el trabajador para el disfrute de su persona y de
su familia, y esencialmente se subdividen en dos aspectos: el tiempo y el
dinero necesarios para hacer efectivo dicho disfrute, ya sea a través de la
cultura, la recreación, el deporte, el esparcimiento, la educación y las
actividades familiares y sociales en general.
Hasta el momento
únicamente se ha dicho que con el aumento de la intensidad del trabajo mejorará
el ingreso del telefonista, lo que de alguna forma se ha visto a través de los
premios otorgados a algunas especialidades y lo que se espera a través de los
incentivos y la asignación de acciones por trabajador.
Como este aspecto aún
está por concretarse, y al cabo de ocho meses de un esfuerzo acentuado por
todos los telefonistas en general que no se ha traducido en un ingreso mayor y
sustancial, habremos de dejar planteado:
a) Con
los márgenes de ganancia que ha percibido el consejo de administración tales
que se encuentra entre las tres empresas del país que más han ganado, ¿la
retribución a los telefonistas sindicalizados guarda una proporción al menos
justa de tal forma que compense tal esfuerzo? Creemos que no, y que por tanto
la administración debe modificar su postura restrictiva hacia los trabajadores.
b) El
nivel de vida y el poder adquisitivo de los telefonistas ha bajado en los
últimos 20 años, a pesar de que se tienen altas tasas históricas de obtención
de utilidad neta.
c) Por
el contrario, la productividad de los telefonistas medida en número de trabajadores por cada mil
líneas casi se ha duplicado en los últimos 20 años y si la medimos por llamadas
de larga distancia/trabajador aumentó más de 10 veces durante el mismo período.
d) Lo
que permite afirmar que la productividad del telefonista en los últimos 20 años
ha tenido signos importantes de aumento, a pesar de que su nivel de vida ha
disminuido, lo que hace más acentuado su desgaste.
Por consiguiente,
para hablar de un mejoramiento real de las condiciones de vida de los
telefonistas motivado por un programa permanente de mejoramiento de la calidad
y productividad del trabajo, Telmex deberá aceptar la siguiente norma: No sólo
retribuir el equivalente al desgaste adicional del trabajador motivado
por el aumento de la productividad e intensidad del trabajo, sino proporcionar
un ingreso superior a los índices de productividad logrados.
En segundo lugar, en
el supuesto de que se proporcione ese ingreso mejorado a los telefonistas, para
disfrutarlo cabalmente se requiere de contar con el tiempo suficiente a
través del cual hacerlo efectivo, de un lado. De otro lado, un mayor esfuerzo,
tensión y desgaste del telefonista producto de una intensidad y productividad
del trabajo acrecentadas, reclamará mayores tiempos de descanso para la
reposición de las energías perdidas, lo que nos lleva a la necesidad de
reducir la jornada de trabajo.
Hacer realidad esta
demanda no sólo permitirá contar con una fuerza de trabajo en condiciones físicas,
anímicas y mentales adecuadas para hacer frente a un trabajo más intensivo,
sino además, combinada con un mejoramiento real de sus percepciones económicas,
tendrá el tiempo y los medios suficientes para mejorar sus condiciones de vida.
De no darse estas dos condiciones, sucederá lo contrario, lo que conducirá
tarde que temprano a un agotamiento de los telefonistas que motivará la caída
de la productividad y el envejecimiento prematuro de su persona.
Finalmente, hay
determinadas condiciones de vida generales que se han convertido en fuertes
obstáculos al rendimiento productivo, amen del daño ocasionado a la población.
Nos referimos, por un lado, a los grados de contaminación que en el caso de la
Ciudad de México han cobrado proporciones alarmantes, tales como el ruido, la
basura y los gases tóxicos y polvos del medio ambiente. Por otro lado, las
precarias condiciones del drenaje en las ciudades más importantes del país que
no sólo acentúan las quejas por los daños ocasionados a la red externa, sino
que además deterioran el asfalto y provocan tiempos de traslado mucho mayores
de todos los telefonistas que usan camionetas, y en general que aumentan los
tiempos de transportación del lugar de trabajo al domicilio y viceversa.
En tercer lugar, el
crecimiento anárquico de las ciudades y de la industria que da lugar a grandes
urbes con carencias significativas y que provoca la existencia de enormes
distancias en la instalación y reparación del servicio telefónico.
Si bien los
telefonistas y la administración no somos responsables directos de las
condiciones de vida que inciden de manera negativa en la comunicación
telefónica, es posible emprender medidas que contribuyan al mejoramiento de
dichas condiciones, entre las que se cuentan la mayor inversión de capital en
telefonía celular para evitar las enormes quejas de la red física externa,
enormes distancias por recorrer, así como tener cepas abiertas en una multitud
de puntos en las ciudades con el objeto de poner el cableado subterráneo.
La misma telefonía
puede servir de soporte para que los Gobiernos de los Estados cuenten con
diagnósticos exactos y actualizados de las condiciones y/o desperfectos
existentes en las ciudades.
Y por último, si el
Gobierno Federal es tan riguroso e injusto en su política fiscal hacia los
trabajadores y en lo fundamental es responsable de mantener a las ciudades con
altos grados de contaminación, con la misma rigurosidad y escrupulosidad
deberíamos exigirle el pago de una compensación por laborar en condiciones
ambientales generales que dañan la nuestra salud, tal y como los funcionarios
y/o trabajadores de otros países que laboran en la Ciudad de México han logrado
que se les proporcione por sus gobiernos.
CAPÍTULO
VIII ¿QUÉ OPTIMIZAR?
Esta es una de las
preguntas esenciales cuya respuesta se diferencia dependiendo de los intereses
de las partes involucradas. Hemos visto que en los centros de trabajo donde se
ha puesto en marcha el sistema de medición, lo que a Telmex le interesa es optimizar
la cantidad de lo producido: tantas quejas atendidas, tantas
instalaciones realizadas, tantas fallas arregladas, etc. Producción y más
producción. Ese es el asunto.
En algunos lugares de
trabajo ha asociado la cantidad con la calidad de lo realizado. Es el
caso de centrales automáticas donde se mide por intentos de marcación del
abonado; en tráfico, por tiempos de contestación, o bien, en 05 por quejas
pendientes o tiempos de arreglo. Sin embargo, la postura de Telmex minimiza la
fijación de parámetros específicos que midan la calidad de los trabajos
realizados, como se observa en el conjunto de áreas de trabajo donde la
medición está en marcha, por varias razones, a saber:
Entrar de lleno a la
calidad de las actividades realizadas en toda la planta telefónica implica
llegar a los lados flacos de la administración: la calidad de los materiales
empleados, de las herramientas utilizadas, la calidad de su fuerza de trabajo
(en otras palabras, la calificación y capacitación de los telefonistas), la
calidad del sistema de conmutación y de transmisión[3], la
calidad de la supervisión[4], de
las relaciones laborales, de la organización y procedimientos del trabajo, etc.
Véanse los formatos
de medición hasta ahora diseñados y veremos que poco o casi nada se precisa
respecto a la calidad de la producción, lo que de seguir en esta tónica, no
redundará en los cambios esenciales, a fondo, que requiere el sistema
telefónico para alcanzar los tan ansiados parámetros internacionales y la
entera satisfacción del usuario.
Al involucrar al
conjunto de los telefonistas en lo relativo a calidad y productividad, Telmex
no debe nadar entre dos aguas: o abandona dicho proyecto, o acepta que los
trabajadores sindicalizados nos metamos realmente de lleno a todos los
resortes que animan tales aspectos, aceptando que los trabajadores
sindicalizados aprovechemos el conocimiento y la experiencia laborales para
alcanzar la fijación de parámetros de calidad, aunque eso implique desnudar
verdades amargas en lo que respecta a su administración, al desarrollo
tecnológico de la planta telefónica, a los medios que emplea, al tipo de
capacitación proporcionada a sus trabajadores y a sus estilos de supervisión,
por citar los más relevantes[5].
Al pactarse la
cláusula 195 del contrato colectivo en 1990 se estableció como una
responsabilidad mutua la óptima articulación entre el incremento cuantitativo y
cualitativo de la producción, entre otros aspectos esenciales. Es de lamentar,
por tanto, que hasta el momento no haya cristalizado un sistema de medición que
articule las dos caras de la producción y que casi por entero se esté
desarrollando por la simple cuantificación de la producción, pretendiendo
únicamente aumentar la intensificación y el esfuerzo de los telefonistas
sindicalizados.
Es indispensable,
pues, que del lado del STRM exista una preocupación central por precisar
parámetros o factores que permitan darle un seguimiento continuo a la calidad
de lo producido tanto a escala general como por cada área de trabajo y
especialidad.
El tercer aspecto que
contemplan tanto la definición de productividad plasmada en el contrato
colectivo como el programa permanente de productividad y calidad suscrito el 25
de marzo pasado, consiste en el mejoramiento de las condiciones de trabajo.
Como su nombre lo
indica, en tanto que constituyen una condición para el desempeño o realización
del trabajo, lo que haya de bueno en ellas propiciará mejores resultados tanto
en lo relativo a la cantidad como a la calidad de lo producido. Pero en la
medida en que dichas condiciones presenten deterioros más y más acentuados,
incidirán negativamente en los resultados generales de la telefonía. Esto no
debe quedarse en las meras intenciones. Al sistema de medición deben
incorporarse parámetros o indicadores que vayan reflejando el perfeccionamiento
progresivo de las condiciones de trabajo.
Lo mismo cabe señalar
para los dos restantes elementos signados en los acuerdos arriba citados: la
capacitación productiva del telefonista sindicalizado y el mejoramiento de sus
condiciones de vida.
Si el programa
permanente y de manera particular el sistema de medición se basan en la
actividad productiva del telefonista, con sobrada razón es indispensable fijar
indicadores que midan estos dos aspectos, tan vitales en todo sistema de calidad
y productividad.
Si el programa
permanente no lo entiende la empresa como la creación de una filosa arma
empuñada contra el trabajador para sacarle más jugo productivo sino más bien
como un medio destinado a mejorar sustancialmente la telefonía en todas sus
facetas y procesos, entonces es compromiso de ambas partes hacer realmente
efectivo el precepto establecido en dicha cláusula y hacer un esfuerzo por
llegar a la óptima articulación de los cinco ejes plasmados:
1.- Cantidad de la
producción
2.- Calidad de la
producción
3.- Mejoramiento de
las condiciones de trabajo
4.- Mejoramiento de
las condiciones de vida
4.- Mejoramiento de
la capacitación productiva del trabajador
Muchas veces se ha
planteado por la administración que todo es medible, siguiendo lo que marcan
las teorías de la productividad, lo cual es cierto. Pues bien, la tarea que se
tiene enfrente en cada área de trabajo, departamento y especialidad consiste
precisamente en alcanzar esa articulación óptima de los cinco ejes, para
lo cual es indispensable no sólo descubrir los parámetros relativos a la
cantidad de lo producido, sino realmente construir un sistema de medición que
articule los parámetros o indicadores de los cinco ejes, esto es, que nos
brinde una representación integral del estado que guarda la planta telefónica
así como de su desarrollo progresivo tomando en cuenta las necesidades vitales
e intereses de todos aquellos que le dan cuerpo y movimiento.
Todo lo realizado
hasta el momento en algunas áreas productivas apenas cubre el primer eje de la
productividad, siguiendo lo enunciado por la cláusula 195, y eso con errores y
limitaciones de singular importancia, entre las cuales resalta la medición de
lo producido por algunos de los productos terminales más relevantes de cada
área de trabajo, dejando de lado la consideración de muchas otras actividades
parciales que necesariamente deben considerarse en la medición.
En el supuesto de que
se alcanzara a definir y poner en marcha un sistema de medición que articulara
los cinco ejes de la productividad definidos en la multicitada cláusula, se
tendría un formidable instrumento en manos de los telefonistas que potenciaría
con creces su actividad y que situaría al sistema telefónico en una fase
superior de desarrollo.
Pero aún de lograrse
esta articulación, quedaría fuera una de las palancas más importantes del
desarrollo de la industria telefónica: el aprovechamiento de la experiencia
individual y colectiva de los telefonistas sindicalizados, que han acumulado
durante decenas de años para orientar conjuntamente con la empresa la telefonía
hacia rumbos mejores y más eficaces.
La limitación impuesta al
STRM en el contrato colectivo relativa a poner en marcha el programa permanente
sin que "implique cogestión en la toma de decisiones para la
administración de TELMEX" deja únicamente al STRM la posibilidad de
proponer o de opinar en asuntos de carácter vital para la industria. Después de
escuchar a los telefonistas sindicalizados, la empresa decidirá si pone en
marcha has sugerencias vertidas y resolverá cuándo y cómo hacerlo.
Toda la fuerza que
representa la inteligencia colectiva de los 49 mil telefonistas sindicalizados,
toda la capacidad creativa y la iniciativa práctica con que cuentan para que en
un esfuerzo común con Telmex orienten y conduzcan la telefonía por mejores vías
y salven escollos con mayor prontitud y sagacidad, todo esto se mira con
recelo; se retoman apenas unas cuantas opiniones y lo demás, lo fundamental, se
arroja a la basura. Cuando a los telefonistas sindicalizados se les permitió
opinar sobre el estado que guarda el sistema telefónico al practicar el
diagnóstico general sobre el servicio, la administración se dio cuenta que
arrojaba resultados más completos, sustanciosos y fidedignos que los reportes
de su personal de confianza o las estadísticas acostumbradas, en ello pudo
calibrar la valía de la participación activa de los telefonistas
sindicalizados.
Si mientras estuvo
permitida la intervención del STRM en la definición de "todos los aspectos
técnicos y operativos" derivados de la modernización de la telefonía no
cundió el caos por dicho margen de participación; si además la tendencia de los
tiempos actuales apunta a que las administraciones telefónicas reconocen dicha
intervención como una necesidad para el mejoramiento óptimo del servicio previa
concertación de los límites que cada una de las partes debe guardar, no tiene
sentido por Telmex despreciar esa fuerza tan importante y vital, y ponerle una
camisa de fuerza para evitar su despliegue natural. No puede, por consiguiente, seguir marchando contra corriente so
pena de mantenerse rezagada a los cambios y a la competencia nacional e
internacionales que tanto le preocupan. Este es, pues, el sexto y esencial
aspecto que debe sumarse a esa articulación óptima de la calidad y la
productividad del trabajo.
[1] Recuérdese
que ya casi es tradicional la batalla con Telmex respecto a las cifras que
publica porque en la forma y magnitud con que las presenta, se nos escamotean
porcentajes significativos en el reparto de utilidades, que terminan en pleitos
legales por hacerla cumplir en lo que nos corresponde.
[2] Hay formas peores de cómo concebir la
productividad. Por ejemplo, comparando el valor de la producción con la
cantidad de trabajadores.
[4] Lo que no es igual al grado o magnitud de la
supervisión. Por regla general, entre más acentuada es la supervisión por el
personal de confianza, peor es su calidad. Una buena y eficaz supervisión es
aquella que no precisa estar encima del telefonista, sino aquella que le da
libertad para realizar sus labores en un ambiente laboral agradable y de
confianza mutua.
[5] Fijar parámetros de calidad en la producción no
equivale a meterse en su administración. Simplemente se precisa qué medir en lo
relativo a calidad y cómo hacerlo. Si después de esto saltan a la vista las
deficiencias, será de su exclusiva responsabilidad si decide
poner manos a la obra o dejar que se acumulen los problemas estructurales que
tanto aquejan a la telefonía. En caso afirmativo, si acepta que los
telefonistas sindicalizados opinemos sobre las formas de solución e incluso que
aporten su experiencia laboral e iniciativa para subsanar tales escollos,
teniendo voz y voto en el qué y cómo hacerlo, tanto mejor, aunque eso implique
que tenga que flexibilizar el candado tan fuerte plasmado en la cláusula 195
del contrato colectivo, que aplasta la iniciativa y la participación de los
telefonistas sindicalizados en los grandes problemas que frenan la industria
telefónica nacional.