Crítica a la visión oligárquica
de la productividad
Por: Miguel Ángel Lara Sánchez
Abril de 1994
PRESENTACIÓN
Este
material data de 1994, apenas a dos años en que tanto el gobierno de Carlos Salinas de Gortari como la empresa Teléfonos de México (Telmex) emprendieron la aplicación de un modelo sobre la
productividad del trabajo. Tiene como marco de referencia uno de los pilares de
la política neoliberal en nuestro país: la privatización y
desregulación de las telecomunicaciones, que en el caso de esta empresa incidió
para la introducción de importantes cambios, tales como la sustitución de la
división del trabajo que se heredó de las formas de producción dominantes que
imperaban en la telefonía tales como el maquinismo, la manufactura y el
taylorismo. Esto produjo la sustitución de los convenios departamentales por
perfiles de puesto y una nueva organización y división del trabajo. En segundo
lugar, la privatización también contribuyó a la mayor celeridad en la
sustitución de la tecnología electromecánica por la digital y computarizada.
Tercero, la aplicación del modelo de calidad y productividad y finalmente, la
reducción sustancial de los derechos laborales de los telefonistas y del peso
de su sindicato mediante la promoción intensiva, entre otras, del contratismo y
subcontratismo, solapados por la dirección del sindicato.
A poco más de veinte años de su aplicación, dicho
programa de productividad y calidad produjo serios estragos en los derechos
laborales de los telefonistas, así como en sus percepciones salariales y
condiciones de trabajo, mismas que serán expuestas en un documento posterior.
febrero de 2013
RESUMEN
El presente material tiene como
propósito dar a conocer al conjunto del movimiento obrero los aspectos
fundamentales vividos por los telefonistas en materia de productividad. Sabido
es por todos que en Telmex se está incubando un modelo de productividad
inspirado en la política neoliberal de la oligarquía y del gobierno en turno,
por lo que no sólo es necesario el conocimiento de esta experiencia dada su
singularidad y articulación sistemática sino también por provenir de este
sector hegemónico de la sociedad que ha causado fuertes estragos a la clase
obrera mexicana en todos los ámbitos: económico, laboral, político, cultural y
sindical.
Los aspectos esenciales del programa
de productividad aplicados en Telmex los tenemos en el aumento de la intensidad
del trabajo como la vía principal y casi única para alcanzar mayores niveles de
productividad, quedando fuera de la estructura del programa los verdaderos
resortes que la aumentan, a saber: la capacitación de los obreros, el
perfeccionamiento científico y tecnológico, el mejoramiento de las condiciones
de trabajo y de vida de los trabajadores. De esta forma, lo que se pretende es
el aumento de la productividad a través de su forma más lesiva para la clase
obrera: acentuando la intensidad del trabajo. Son los métodos clásicos
practicados en los comienzos de la industria capitalista convertidos en sistema
concertado de autosupoervisión y autopresión por los propios trabajadores.
El papel fundamental que se asignaba
en el Acuerdo Nacional para la Elevación de la Productividad (ANEP) para la
participación colectiva de los trabajadores en los procesos de producción e
incluso en la toma de decisiones sobre el rumbo a seguir ha quedado reducido a
una escasa participación de los telefonistas en el análisis, diagnóstico y
formulación de propuestas que sólo la administración tiene las facultades para
ponerlas en marcha. De esta forma, es una participación muy limitada y subordinada
que no se generaliza aún en toda la planta telefónica y cuyo porcentaje de
aplicación es insignificante todavía. Con esto se pierde el enfoque integral de
la calidad y productividad y el acceso de los telefonistas a las esferas de
decisión y gran parte de las de participación.
Esta forma estrecha de aplicar la
productividad ha propiciado tendencias que empujan hacia una mayor movilidad y
flexibilidad del trabajo no sólo en el proceso laboral sino además presionando
hacia la modificación del clausulado del contrato colectivo de trabajo que
regula la forma actual de división del trabajo. También de ella han brotado
sistemas de medición y pago individuales que privilegian el trabajo a destajo
por sobre la contratación por jornada, aunque esta situación es de alcances
menores, pero que conviene tomarla en cuenta ante su posible desarrollo.
Por otra parte, debido a la
aplicación de este sistema de aumento de la productividad y de pago por
incentivos, el salario nominal de los telefonistas ha disminuido 12.6% en
comparación con el aumento otorgado en 1992. Contrariamente, el volumen de
trabajo ha aumentado más en este período, que se manifiesta en el cumplimiento
por Telmex de sus planes de crecimiento.
Como aspectos positivos del programa
tenemos el acceso, aunque todavía muy limitado, de los telefonistas a una mayor
información sobre la marcha de la industria telefónica, sus ritmos de
crecimiento y los contenidos de los procesos parciales de trabajo; una
participación colectiva a través de los grupos de análisis –una variante de los
círculos de calidad- que, aunque escasa, mutilada e inhibida, es un espacio de
participación que antes no se tenía; también ha conducido a una mayor
sensibilidad y atención por los telefonistas para la defensa de su materia de
trabajo, ya que la pérdida o la mala realización de los trabajos por las
filiales y contratistas merma los incentivos económicos en algunas áreas de la
empresa.
En el terreno sindical, la
existencia de una auténtica democracia no sólo es una condición indispensable
para el fortalecimiento y una mayor vitalidad del sindicato como bastión de
lucha y defensa de los intereses de los telefonistas, sino que también se ha
vuelto una condición necesaria para el libre desenvolvimiento de la participación
y creatividad de los trabajadores en el mejoramiento del proceso productivo. Se
precisa, a su vez, un cambio en la política que guía al sindicato, alejado de
los enfoques neoliberales y que ponga al centro los auténticos intereses de los
telefonistas en los distintos planos de lucha, incluso en el de la producción y
en su relación con el conjunto del movimiento obrero, sin el tutelaje estatal.
En este marco destaca la necesidad
de luchar por la aplicación de una concepción integral de la calidad y
productividad que no se sitúe por encima de los grandes problemas de los
trabajadores sino que coadyuve a su cumplimiento, tales como la defensa de su
materia y puestos de trabajo, el mejoramiento de su poder adquisitivo, su
auténtica capacitación, el mejoramiento de las condiciones de trabajo, la
participación activa en la modelación de los procesos de trabajo, la defensa
–en nuestro caso- de la soberanía de las telecomunicaciones ante la mayor
apertura de los capitales extranjeros, el uso cada vez más social de las mismas
y de los nuevos servicios que generan, así como el mejoramiento sustancial de
la calidad del servicio.
INTRODUCCION
Si de manera general las palabras no
coinciden con los hechos, en política tampoco lo escrito se corresponde necesariamente
con lo que se hace. Lo desarrollado por el gobierno salinista en materia de
productividad tiene esta característica. Cuando
en abril de 1992 el régimen actual pactó con los empresarios y los líderes del
movimiento obrero corporativo el Acuerdo Nacional para la Elevación de la
Productividad (ANEP), emergió un proyecto que daba acceso a los sindicatos a
participar conjuntamente con los patrones en la modelación y desarrollo de los
procesos de producción, particularmente en los resortes que animan el aumento
de la productividad del trabajo, es decir, en virtualmente todos los
componentes del proceso de trabajo y de comercialización, al introducirse el
mejoramiento de la calidad. Esto se quedó en el mero discurso ideológico y en
el encubrimiento maquillado de las intenciones reales de los empresarios.
Aprovechando la experiencia que la
burguesía mexicana, y en particular la monopólica han tenido en el manejo de
los elementos que condicionan la productividad y que la clase obrera ha estado
virtualmente ausente en este terreno, la concreción de dicho Acuerdo se ha
instrumentado para acentuar aquellos resortes que le son de provecho, dejando
de lado las esferas de participación de los trabajadores.
Fueron muy pocas las empresas o
sectores que pusieron en marcha sistemas de aumento de la productividad y
calidad a raíz de tal Acuerdo. Las pocas que lo hicieron se basaron en los
llamados bonos sin modificar en forma alguna el proceso productivo. Existen
otras que desde hace varios años han concretado la calidad total a sus
condiciones, con una ligera participación de los obreros. Su existencia es
anterior al Acuerdo Nacional y prácticamente ajena al mismo. En consecuencia,
podemos afirmar que la única empresa donde se ha desarrollado un mecanismo de
aumento de la productividad a raíz de tal Acuerdo, es en Telmex. De ahí la
conveniencia de estudiar el grado de compromiso para abrir espacio a los
obreros en el terreno de la productividad.
I LA ESTRUCTURA DEL SISTEMA DE CALIDAD Y
PRODUCTIVIDAD
En Telmex la concreción del ANEP
tiene como marco obligado y punto de partida la modificación que el régimen
hizo de la concesión de la telefonía y nuevos servicios de telecomunicaciones a
la empresa Telmex, la privatización de la misma y la incidencia del Tratado de
Libre Comercio en esta rama. Desde entonces (1990) el aspecto central de la
política gubernamental en la telefonía ha sido la creación de las condiciones
políticas, laborales y económicas para el desmantelamiento del monopolio Telmex
a fin de dar una entrada más fácil y provechosa al capital extranjero,
principalmente norteamericano para apropiarse de importantes porciones del
mercado nacional de telecomunicaciones, con base en el libre juego de las
fuerzas del mercado.
Esto se manifestó a la hora de formular
el nuevo título de concesión a Telmex donde se plasmaron anualmente tasas
mínimas de crecimiento y de calidad del servicio por seis años: desde 1990
hasta 1996, fecha en que la producción y el mercado de telecomunicaciones
quedan abiertos a la competencia. Dichas tasas de crecimiento y calidad fueron
las metas mínimas que se establecieron a la hora de formular el Programa de
Calidad y Productividad en Telmex, a las cuales se agregaron otras más por esta
última. En la fijación de las metas hubo una escasa participación de la cúpula
sindical pero el saldo fue una imposición de las mismas por la empresa.
En términos generales, el sistema
elaborado tiene la siguiente estructura:
1.- Las metas generales y
particulares de calidad y crecimiento a alcanzar por año.
2.- Los indicadores y sus respectivas unidades
de medición que reflejan el alcance progresivo de las metas.
3.- El clausulado general que norma
la aplicación del programa.
4.- El mecanismo de incentivos
económicos, directamente ligado al cumplimiento de las metas.
5.- La estructura orgánica de su
funcionamiento, que se divide en la Comisión Mixta Nacional de Calidad y
Productividad (CMNCP) de un lado, y en los Grupos de Análisis, por otro, donde
participan directamente los telefonistas y
6.- Los acuerdos por sector o
Especialidad donde se detalla el funcionamiento particular de los puntos
anteriores.
Lo anterior merecería una exposición
detallada de cada una de sus partes, aunque con ello nos salimos del propósito
fijado en el presente material. No obstante, daremos nuestra apreciación sobre
los puntos principales y nos detendremos allí donde sus repercusiones tengan un
significado clave en la política general de la clase obrera.
1.-
LAS METAS. En una industria como la de telecomunicaciones cuya importancia es
estratégica para el desarrollo capitalista del país, para su conexión a la
producción y el mercado mundiales, así como para la integración nacional, de su
cultura, valores, educación y soberanía, definir metas no es una tarea fácil.
Sin embargo, la fijación de las mismas no contó con el consenso real de los
trabajadores telefonistas ya que en su imposición prevalecieron los intereses
del actual grupo oligárquico y los del imperialismo norteamericano.
Las metas están orientadas principalmente
a medir el crecimiento de la planta telefónica y la calidad, sobre todo en la
telefonía básica y de la infraestructura en que se apoyan los nuevos servicios
de las telecomunicaciones operados por las grandes empresas monopólicas
industriales y comerciales, la banca y los servicios. Se minimizan así aquellos
rubros que tienen que ver con el beneficio de la población de los nuevos
servicios que actualmente opera Telmex y se excluyen del Programa todas
aquellas empresas que los explotan de manera única o más intensiva. De igual
forma, quedan excluidas todas las metas que miden o expresan la calidad de las
condiciones de trabajo de los telefonistas, de su calificación y de su calidad
de vida.
2.-
LOS INDICADORES Y LA MEDICION. Por otra parte, donde se juega uno de los
aspectos esenciales del Programa es en la delimitación de los indicadores y las
unidades correspondientes de medición para cuantificar el alcance de las metas.
Todo proceso productivo es susceptible de medición. A su interior, virtualmente
todo también se puede medir. ¿Qué aspectos medir y cómo hacerlo, bajo qué
metodología, criterios y magnitudes? Eso depende del enfoque, objetivos y fines
que se tengan. Por tanto, este es uno de los aspectos de la productividad y
calidad donde con mayor nitidez se presentan las colisiones de clase en el
terreno del proceso laboral.
Dada la extensión y variedad de
procesos parciales de trabajo con que cuenta la industria telefónica y en
particular aquella porción que maneja Telmex, fue necesario subdividir el
proceso laboral en cinco grandes segmentos para delimitar los indicadores.
Estos fueron:
a) El área de conmutación y
transmisión: el sistema automático integrado de máquinas computadas.
b) La planta externa: el cableado y
sus accesorios de las calles y los domicilios del usuario.
c) El área de tráfico de larga
distancia nacional e internacional.
d) La comercialización y las
sucursales donde se tramita el servicio y se hace el cobro.
e) El área administrativa y
contable.
Cada área negoció sus indicadores
con la participación de comisiones representativas de los telefonistas con los
mandos medios de la empresa, tomando siempre como mínimo los indicadores
plasmados en el Título de Concesión. Así, el resultado que se tuvo fue la
delimitación de indicadores particulares que eran la expresión última de los
procesos parciales de trabajo asociados con aquellos de orden genérico, algunos
de los cuales son la expresión de uno u otro producto final de la telefonía
(por ejemplo, la cantidad de líneas instaladas, llamadas que pasan al primer
intento, etc.)
Podemos decir que en la parte
técnica del sistema automático de conmutación y transmisión, los indicadores
miden fundamentalmente la calidad del equipo; en tráfico de larga
distancia se mide la calidad y rapidez de las operadoras; en el área comercial,
tanto la cantidad del trabajo realizado como su calidad; en planta externa,
principalmente la cantidad del esfuerzo productivo de cada individuo y en menor
medida la calidad. Finalmente, en el área administrativa y contable Telmex no quiso llegar a un consenso con el sindicato,
por lo que carece tanto de metas como de indicadores de medición.
Debido a que existe un gran retraso
en la densidad telefónica, esto es, en la cantidad de líneas por habitante en
el país, Telmex ha puesto un acento marcado en la fijación de indicadores que
miden y estimulan el esfuerzo individual en el área de planta externa
para impulsar la expansión de la red telefónica. La norma general, pues, consiste en aumentar
la intensidad del trabajo.
3.-
LOS INCENTIVOS ECONOMICOS. Por lo que respecta a los incentivos económicos, siendo éstos una de las claves
para motivar el aumento de los niveles de calidad y productividad, en la
actualidad en muchos aspectos inhiben su mejoramiento. Durante 1993 Telmex,
siguiendo las directrices neoliberales del salinismo, acató el tope salarial
fijado, disminuyendo así el porcentaje de aumento salarial en relación a los
años anteriores; eliminó casi en su totalidad la asignación de tiempo extraordinario,
y lo ahorrado por este concepto fue lo que se fijó como monto total de los
incentivos a la productividad. De esta forma, en realidad Telmex no aportó ningún
capital adicional para el pago del esfuerzo acrecentado y el saldo fue una
brusca reducción de los salarios nominales, calculada en un 12.6%, que a su vez
disminuyó el poder de compra de los telefonistas.
En segundo lugar, el pago de los
incentivos tiene una cantidad de dinero topada. Si se rebasa el 100% de
cumplimiento de las metas, la única forma de percibir más es destinando el
dinero sobrante de aquellos que al final del año no llegaron a ese 100% de
cumplimiento de meta. Por tanto, este mecanismo de estímulos a la productividad
en realidad la inhibe.
Tercero, Telmex privilegió el
aumento creciente de la intensidad del trabajo por sobre la productividad,
y de manera más acentuada, en el sector de planta externa al implantar la
medición del esfuerzo individual y destinar mayores recursos económicos a
este sector, muy por encima de los restantes, lo que a la larga propiciará una
mayor inestabilidad interna por la situación de privilegio que creó con este
mecanismo de incentivos.
Ausentes están los estímulos
económicos derivados del mejoramiento de la organización y el modo de trabajo,
las iniciativas que emanan de la acción colectiva de los telefonistas, el
estímulo al perfeccionamiento auténtico de la calidad, etc., lo que de conjunto
exhibe una debilidad en este terreno.
Estos son a grandes rasgos los
criterios centrales de la medición y de los aspectos a medir. Como podrá notar
el lector, quedaron descartados todos aquellos indicadores que tienen que ver
con el mejoramiento de la fuerza de trabajo o de su entorno. Aspectos tales
como la capacitación de los telefonistas, la calidad de las condiciones de
trabajo, sus condiciones de vida y el modo y formas del quehacer laboral no
fueron objeto de consideración para incluirse en la estructura de metas,
medición y estímulo de la productividad. Nadie puede negar que éstos se encuentren
ya pactados en el cuerpo de los contratos colectivos de trabajo, como sucede
también en Telmex. Pero esto no justifica su exclusión de una estructura
modelada para el aumento de la calidad y la productividad. En el momento en que
una empresa y el correspondiente sindicato contraen el compromiso de lograr
mejores niveles de productividad, tales aspectos necesariamente deben
integrarse a la estructura de los objetivos, medición, perfeccionamiento,
estímulo y normatividad particular, ya que estos agentes son factores activos
que inciden directamente en la calidad de la producción y en su magnitud.
Incluso, son mucho más importantes que el esfuerzo laboral acrecentado.
4.-
LA PARTICIPACION DE LOS TRABAJADORES. En el ANEP la participación activa de los
trabajadores es su elemento clave. No sólo porque propone su incorporación para
modelar conjuntamente el sistema de calidad y productividad en la empresa o
fábrica sino que además le confiere una fuerte incidencia en la proyección de
la misma y en la transformación del proceso productivo.
Sin embargo, lejos estamos de que
los empresarios y la oligarquía que moldeó este sistema hagan realidad esa
participación obrera. En la experiencia de Telmex la participación laboral se
da a dos niveles: a) a través de la Comisión Nacional Mixta de Calidad y Productividad
donde participan cinco miembros de la cúpula del comité ejecutivo nacional del
Sindicato y cinco de la empresa. Dicha comisión fue la que definió el Programa
de calidad y productividad y el Sistema de normas de productividad en sus
trazos generales, aunque esenciales. También es quien monitorea su
funcionamiento y quien resuelve la problemática general que se va presentando;
b) en los Grupos de Análisis, una variante mutilada de los círculos de calidad
donde participan los telefonistas desde sus centros o unidades de trabajo,
junto con el personal de confianza inmediatamente superior. Sus funciones
principales consisten en el monitoreo del avance de metas, el cómputo conjunto
de las mismas, la detección de los problemas y la fijación de propuestas para
su solución, así como el chequeo del pago correcto de los incentivos. Estos
grupos de análisis tienen facultades para proponer, aunque no para decidir,
sobre todo en el terreno de la organización del trabajo. Para garantizar esta
participación limitada y subordinada, los funcionarios de Telmex
impusieron en la normatividad general del programa aspectos tales como la
participación de tales grupos sin que afecten las facultades de decisión de la
empresa, no perjudiquen las jornadas de trabajo, la toma de decisiones y
cogestión de cualquier tipo.
Dicha normatividad se flexibiliza en
las áreas de crecimiento extensivo de la planta (la red externa) y en el
tráfico de larga distancia para extraer de los telefonistas el conocimiento colectivo
que tienen sobre las fallas técnicas y operativas del sistema o sobre la
obsolescencia de ciertas formas de trabajo. Mas no se crea que esta estructura
de participación de los telefonistas es generalizada y que cumple cabalmente
con lo arriba estipulado. Del total de la planta telefónica, los grupos de
análisis funcionan a lo sumo en el 12% de la misma, y de este porcentaje la
mayoría fungen como grupos de trabajo formales, únicamente para la validación
de la información que la misma empresa les proporciona sobre el cumplimiento de
las metas y para el chequeo de los incentivos económicos, de tal suerte que
apenas el 2% de ellos tiene esos limitados espacios de participación.
Por consiguiente, esta situación
cancela una de las partes medulares del programa de productividad porque no se
materializa la participación de los telefonistas ni siquiera en los mínimos de
incidencia, ya sea en el rumbo que toma la industria telefónica o en su proceso
inmediato de trabajo. Este no es sólo un defecto de la estructura con que se
armó el programa de productividad, sino además y esencialmente, es producto de
la acción consciente de la empresa por cancelar los espacios de participación
de los trabajadores.
En conclusión, hasta la fecha es la
empresa quien ha fijado prácticamente de manera unilateral las metas y quien
virtualmente controla la información derivada del programa. Ha logrado imprimir
su sello clasista en la casi totalidad del mismo, deshaciéndose de la
incidencia real de los telefonistas.
II LA FORMA DE CONCEBIR LA PRODUCTIVIDAD
Durante los dos años en que la
política laboral ha puesto el acento en la obtención de mayores índices de
productividad y que en lo particular en la industria telefónica éste ha sido el
eje de la relación laboral, en realidad es otra cosa lo que está sucediendo. La
base práctica del programa la tenemos en el alcance de metas. Se paga porque
éstas se cumplan, y principalmente aquellas que tienen que ver con la magnitud
del trabajo, dejando a segundo término la calidad tanto de este último como
del servicio proporcionado a la población en general.
Por productividad se entiende
habitualmente el aumento de la intensidad del trabajo, que conduce a
producir más. Esto es lo que se estimula, lo que se pacta y se regula a través
del programa. De esta forma, se paga más al que produce más o al que trabaja
más. En nuestro caso: más instalaciones de líneas o más contrataciones
realizadas. En otros casos, más barriles de petróleo producidos, más
condensadores instalados, más autos producidos, etc.
Por consiguiente, lo que se está
fomentando es el aumento de la intensidad del trabajo, el mayor esfuerzo
laboral o el desgaste más acelerado de la fuerza de trabajo. Es en
realidad el impulso de una de las vías que conducen al aumento de la productividad,
aunque este último se dé a mediano o largo plazos, ya cuando los niveles
promedio de la intensidad del trabajo se modifiquen al alza en la rama
económica de que se trate, en el plano nacional o internacional, según la
fisonomía geoeconómica de la misma, y no antes. Mientras el aumento de la
intensidad del trabajo ocurre en unas cuantas empresas de la misma rama y éste
no se generaliza de tal forma que eleve la media social de intensidad
laboral, no podemos hablar de un aumento de la productividad sino de un mayor
gasto de trabajo.
Incluso logrado ese aumento de la
media social, estaremos optando por la peor de las formas para aumentar los
niveles de productividad y la más lesiva a la clase obrera, ya que se apoya en
el desgaste acrecentado del trabajador, eliminando considerablemente los
tiempos de reposo del obrero durante la jornada.
Comparada con las restantes vías de
aumento de la productividad, esta tiene la peculiaridad de ser la menos
efectiva. No obstante, este es un método de aplicación continua por los
empresarios porque, o bien no les cuesta nada, o a lo sumo muy poco, cuando los
obreros se encuentran organizados y reclaman un pago mayor por el desgaste
adicional.
Visto más de cerca, el aumento de la
productividad se logra cuando se produce más, pero con el mismo gasto de
trabajo o incluso con uno menor o, en otras palabras, cuando aumenta lo
producido a una intensidad o desgaste iguales o menores, incluso. Que es
posible lograr esto, a nuestros ojos se presenta de manera cotidiana en la vida
laboral cuando observamos la aplicación de nuevas tecnologías, el uso de nuevos
sistemas automáticos, el perfeccionamiento de la organización del trabajo, la
introducción de materias primas de calidad superior, o mejoradas a través de la
biotecnología; cuando se descubren nuevos métodos químicos o bioquímicos
aplicados a la producción. Incluso cuando saltamos de una capacitación mediocre
a una recalificante o cuando se mejoran aquellas condiciones de trabajo (o de
vida directamente ligadas a la producción) que impiden una realización adecuada
de nuestra actividad.
Sin embargo, estas vías que conducen
a un auténtico y más potente incremento de la productividad por lo general van
acompañadas de un aumento de la intensidad del trabajo, sobre todo la referida
al perfeccionamiento tecnológico. De ahí la confusión que se da entre estos dos
aspectos. Pero quien, a título de ejemplo, haya trabajado primero a base de
formas manuales o mecánicas y de pronto lo hace a través de medios
computarizados, sabe perfectamente que el gasto de trabajo disminuye
notablemente. El uso de las computadoras personales acorta sensiblemente tanto
el tiempo de trabajo como el esfuerzo puesto en aquel para lograr volúmenes de
producción mucho mayores. Pero precisamente como esta reducción del gasto
laboral es tan notable, la propia rapidez a la que el computador opera obliga a
intensificar el trabajo y procesar así volúmenes descomunales de información
que anteriormente requerían semanas o meses, y una gran cantidad de mobiliario y
equipo de oficina.
Estos resortes que impulsan la
productividad están vedados a los telefonistas en el esquema pactado. Son letra
muerta en el Acuerdo Nacional y, aunque están pactados en el contrato colectivo
de trabajo, son ignorados por Telmex o en el mejor de los casos, contenidos con
camisas de fuerza de tal manera que impiden la participación real de los
trabajadores.
Para que un programa de
productividad sea congruente con su propio nombre, necesitaría incluir tales
resortes dentro de su estructura de objetivos, medición, estímulo y
organización. Y sobre todo, abrir la participación activa de los trabajadores y
no inhibirla mediante trucos, restricciones normativas, candados, formas
ideologizadas, formas de organización restringidas y/o mutiladas, etc. Pero
antes que todo esto, la visión de los empresarios tendría que cambiar,
actualizarse conforme a las nuevas formas de organización del trabajo que
revolucionan el quehacer laboral, apoyadas en el cambio científico y
tecnológico y la recalificación y participación reales de la clase obrera como
ejes fundamentales del desarrollo.
Al aferrarse los empresarios al
aumento de la productividad vía la intensidad del trabajo, con ello no sólo
están optando por el camino más largo y sinuoso, sino que además, frente al
entorno mundial dan un salto regresivo al apoyarse en la sobreexplotación del
trabajo. Y aunque perfeccionen tecnológicamente sus plantas productivas
guardando celosamente el monopolio de tales decisiones, no escaparán al círculo
vicioso en que sucumbió el porfirismo, ya que no dejarán de ser meros
consumidores de una tecnología que, aunque en casos excepcionales sea de punta,
jamás podrá incubar la posibilidad al menos de imitación o reproducción , ya no
digamos de creación o innovación, porque se divorcia del saber acumulado de la
clase obrera mexicana, de su participación activa y creativa.
III IMPACTO EN LA RELACION LABORAL
a) EL
SALARIAL.
Antes de la introducción del
programa de productividad los telefonistas obtuvimos un aumento directo al
salario del 14% en abril de 1992. Considerando que Telmex pagaba por lo regular
el equivalente al 40% de la nómina nacional por concepto de tiempo extra, la
percepción adicional se incrementaba al 19.6%. Cuando al año siguiente se
aplica el programa de incentivos a la productividad, el aumento salarial es del
8% directo al tabulador. Sumado el equivalente al 40% de tiempo extraordinario
que virtualmente desaparece y se paga ahora como incentivo a la productividad,
se alcanza un aumento del 11.2%. Por lo tanto, en vez de una mejoría económica
se tiene una pérdida aproximada del 8.4%. Para este año (1994), con el 5% de
aumento directo al salario y el 2% en productividad, la pérdida con respecto al
año anterior es de 4.2%, pero considerada desde la aplicación del programa, es
del 12.6% (véase Cuadro 1). Incluso, es mayor si consideramos la disminución en
las prestaciones, ya que este año el porcentaje de aumento fue menor que
respecto a los dos años anteriores.
Cuadro 1. Variaciones
salariales* (1992-1994)
|
||||
AÑO
|
AUMENTO SALARIAL (%)
|
TIEMPO EXTRA (%)
|
SUMA
|
DISMINUCIÓN (%)
|
1992
|
14
|
5.6
|
19.6
|
|
1993
|
8
|
3.2
|
11.2
|
8.4
|
1994
|
5
|
2.0
|
7.0
|
4.2
|
* Sólo
se toma en cuenta el aumento directo al tabulador.
Fuente: Construido con datos del STRM. Circulares informativas, 1992, 1993 y 1994
Estos porcentajes no son uniformes
entre los telefonistas sindicalizados. Si observamos a su interior, nos
percataremos que existe una distribución desigual, ya que por la manera como se
fijaron los indicadores, las formas correspondientes de medición y los montos
de incentivo por Especialidad, unos ganan más que otros, de acuerdo al sector
que a Telmex le interesa que crezca más. Por el momento, el sector más
estimulado es el encargado de la expansión física de la red exterior.
De esta forma, la condición salarial
de los telefonistas vista en términos globales se ha vuelto una paradoja: se
percibe menos salario aunque se trabaje más.
b)
LAS CONDICIONES Y LA ORGANIZACION DEL TRABAJO
El primer efecto inmediato de la
aplicación del programa de productividad vía el aumento de la intensidad del
trabajo es el incremento de la supervisión por el personal de confianza, con lo
que también aumenta la tensión en el trabajo. Ahí donde la medición es
individual, brota el fenómeno de la supervisión entre los propios trabajadores,
lo que constituye un factor potencial de conflictos internos.
Como la aplicación del programa va
acompañada de una simplificación en la división del trabajo que data de 1989 a
raíz de lo que se denominó por el salinismo como la “concertación para la
modernización", el programa mismo de productividad se ha convertido en una
palanca que presiona aún más sobre la movilidad y la flexibilidad del trabajo;
el esfuerzo laboral acrecentado es la base del programa, que al presionar en su
aumento empuja a su vez hacia la atención por el trabajador de un campo o área
de trabajo más amplio que lo conduce a una velocidad acrecentada de sus
movimientos porque de eso depende un mayor incentivo económico. Tarde o
temprano se verá precisado a saltar las barreras de la división actual del
trabajo, regulada por los perfiles de puesto.
Por lo tanto, si pactar una mayor
simplificación del trabajo mediante procesos tales como la reubicación,
compactación o supresión de especialidades o departamentos implica para Telmex
un costo económico que tiene que desembolsar, la aplicación del programa de
productividad le va abriendo camino porque la resistencia de los telefonistas
ya no será tanta como años atrás, con lo que el costo será menor.
Por otra parte, durante los 10 meses
que se ha aplicado este sistema de intensificación del trabajo y en menor grado
de mejoramiento de la calidad, en el sector donde se practica la medición del
esfuerzo individual (planta externa) se han llegado a fijar pagos adicionales
cuando se rebasa la puntuación establecida por algún trabajador. Esto provoca el
rompimiento de la jornada, aunque no en todos los casos, y conduce al pago a
destajo. Si bien esto no constituye una actitud generalizada, por lo menos
existe como una posibilidad de alteración del salario por jornada.[1]
Otra de las consecuencias la tenemos
en la facilidad en que se puede dar el descuido de los problemas fundamentales
de los trabajadores por centrarse en el cumplimiento de las metas para
garantizar el máximo de incentivo. Aunque esto no se presenta de manera
generalizada, se puede afirmar que es un factor que contribuye al descuido de
las condiciones de trabajo, la capacitación y el respeto por la empresa de la
normatividad del contrato colectivo y los reglamentos de trabajo.
Por el reducido tiempo que lleva de
aplicado el programa de productividad, aún no se expresan del todo los efectos
que puede provocar tanto en la salud de los telefonistas como en el conjunto de
las condiciones laborales. Las arriba señaladas tienen grados de repercusión
diversos, mismos que se acentuarán si la actitud de los telefonistas sigue
siendo fundamentalmente la misma. No
obstante lo anterior, el programa de productividad así aplicado tiene el
siguiente saldo a favor para los telefonistas:
Primero, ha abierto la posibilidad
de que una parte de la información que se necesita para conocer más a detalle
la dinámica interna del proceso productivo se conozca no sólo por las cúpulas
sindicales sino también por las estructuras intermedias de representación
directa tales como los delegados departamentales, comisiones sindicales y en
general por los telefonistas, al menos en este último caso de la marcha global
de los trabajos en el área o centro de trabajo donde se labora. Limitado, pero
existe este conocimiento de la información que anteriormente a 1992 no se conocía.
Segundo, como ahora una parte de las
percepciones económicas dependen de la magnitud del trabajo realizado, el que
otros lo hagan (como el personal de confianza, las filiales o las contratistas)
pueden mermar su ingreso. Incluso si la actividad a realizar depende de la
calidad y oportunidad de los trabajos previos a cargo de tales empresas, y aquéllos
son malos, también repercuten en un volumen menor de trabajo desplegado y en un
menor ingreso. En consecuencia, hoy es un poco mayor la atención que los telefonistas
ponen al cuidado de su materia de trabajo, sobre todo en aquellas áreas donde
se da este encadenamiento del trabajo. Y aunque esto ha motivado una mínima
recuperación de materia de trabajo en pocos casos, sin embargo la mayor
atención prestada en las recuperaciones mismas es un saldo positivo derivado de
la aplicación del sistema de productividad actual.[2]
Tercero. También, aunque muy
restringida, la participación de un reducido sector de telefonistas en los
grupos de análisis conjuntos es un paso adelante que permite incursionar por
primera vez de manera colectiva y normada en el análisis, diagnóstico y
solución de los nudos que se presentan en el proceso de trabajo, así como en
los posibles escenarios de su desarrollo. Como esto mina el poder y control que
tienen los mandos medios sobre el proceso laboral y sobre los propios
telefonistas y, como de aplicarse en forma generalizada a lo largo de la planta
telefónica conduce a una eliminación sustancial de la supervisión por el
personal de confianza al aportar su saber colectivo acumulado, por eso
es la parte del programa que más restricciones tiene y la que por consiguiente
menos se ha desarrollado a pesar de que con ello los directivos y dueños de
esta industria se condenen a sí mismos en la mediocridad de un crecimiento
limitado, un desarrollo todavía más restringido y tarde que temprano a la
pérdida de importantes espacios productivos y de mercado ante la penetración
más agresiva del capital extranjero en las telecomunicaciones del país.
IV PAPEL DEL SINDICATO
Un saldo positivo que dejó no sólo
la participación de la fracción neoliberal que liderea el STRM, encabezada por
el secretario general sino además y principalmente por el concurso activo de
los distintos sectores que animan la vida interna del sindicato, fue la manera
en que quedó pactada la productividad en el contrato colectivo desde 1988 hasta
la actualidad, esto es, al amparo de la concepción integral de la misma, donde
no sólo es el resultado del aumento cuantitativo de la producción el que
cuenta, sino también el mejoramiento de su calidad, de las condiciones de
trabajo, de la capacitación productiva del trabajador y de sus condiciones de vida. No obstante lo anterior, la concreción
de esta forma de concebir la productividad a través del multicitado programa,
se limitó virtualmente al primer aspecto, y en menor medida al segundo. Esta es
una de las diferencias centrales que se tienen con el proyecto de la dirección
actual del sindicato al permitir que el enfoque central de la empresa se
impusiera y que quedaran descartadas de la estructura del programa la
capacitación, las condiciones de trabajo, la calidad y el mejoramiento de las
condiciones de vida.
Su limitante esencial es la
debilidad por hacer valer en el terreno práctico la participación generalizada
de los telefonistas mediante los grupos de análisis en toda la planta
telefónica y por cancelar de antemano la necesidad de que la estructura del
programa cuente con organismos representativos intermedios permanentes que den mayor
solidez al programa y a la participación del sindicato.
De esta forma la única vía a través
de la cual se tiene la participación en el diseño y modificación del programa
general de productividad y en la modificación del proceso de trabajo es a través
de la Comisión mixta de calidad y productividad donde por su naturaleza y
composición sólo participa una reducida parte de la dirección del sindicato.
Por lo tanto, al igual que en muchos otros aspectos de la dinámica interna del
sindicato, también en materia de productividad se requiere una vida democrática
que brinde más espacios, caminos y formas de participación, de representación,
gestión y decisión a los 46 mil telefonistas.
Finalmente, en la medida que el
rumbo de los telefonistas esté dirigido por una política que coincide con la
visión neoliberal del salinismo, será difícil remontar la paradoja reducción
salarial/trabajo mayor, la pérdida acelerada de nuestra materia de trabajo y la
cesión de importantes segmentos de las telecomunicaciones a manos extranjeras.
Es imperiosa la necesidad de una política laboral que tenga como ejes la
recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores, la defensa de la planta
productiva y consiguientemente de la fuente de trabajo, no sólo de la voracidad
de los capitales extranjeros sino también de los intentos destructivos contra
el sindicalismo y sus conquistas a manos de la oligarquía; que impulse el
establecimiento de las formas de participación colectiva de los obreros en los
procesos de producción, que estimule en ellos la innovación científica y
tecnológica; que abra las puertas de par en par a la vida democrática de los
trabajadores no sólo en su entorno sindical sino además en el proceso de
producción mismo y que trabaje por la unificación del movimiento obrero en base
a sus propias reivindicaciones, a sus proyectos propios, rechazando el tutelaje
estatal y guardando su distancia de los proyectos oligárquicos.
[1] Con el
paso de los años el pago a destajo fue ganando terreno en el departamento de
Planta Externa, pues cada vez representaba un porcentaje mayor en las
percepciones totales de estos telefonistas mediante tareas como las
reconcentraciones. [febrero de 2013]
[2] Sin embargo, con el
tiempo esto se convirtió en su contrario. En su evolución, con el programa de incentivos a la
productividad se fue privilegiando la fijación de indicadores directamente
ligados con el crecimiento extensivo de la planta telefónica, como el de las
líneas nuevas instaladas o las reparaciones realizadas. Ya para fines del siglo
anterior, esto dio como resultado que se dejaran a segundo término un gran
cúmulo de trabajos no establecidos en los indicadores: principales, conexos y/o
secundarios, que finalmente terminaron realizando las empresas contratistas y
subcontratistas y que sellaron la pérdida notable de materia y puestos de
trabajo, sobre todo en las áreas de planta externa y conmutación-transmisión. [febrero de 2013]
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